viernes, 31 de marzo de 2017

Libro: Introducción al tomismo (Gustavo Eloy Ponferrada)

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lunes, 27 de marzo de 2017

Cansancio del alma

Dice santo Tomás en su Suma Teológica, cuestión 168 de la "Secunda secundae", artículo 2, que el alma se cansa, 'fatigatur', se fatiga dice el santo más exactamente. En seguida dice que esto sucede porque el alma tiene fuerzas limitadas y por tanto cuando ejerce sus funciones más elevadas tiende al agotamiento y necesita el descanso, de la misma manera en que el cuerpo necesita descansar después de un esfuerzo significativo, y por la misma razón: tener fuerzas limitadas.

De manera que el trabajo intelectual y volitivo diario agota al alma, y tanto más cuanto mayor sea la intensidad de dicho trabajo (estudio, decisiones difíciles, preocupaciones que nos mantienen "pensativos", etc.). Y todo ello reclama luego que se le de al alma descanso.

Pero ¿no será que el alma también se cansa a causa de las mentiras, los errores, las ideologías y los vicios? Veamos.

El alma en cuanto forma del cuerpo tiene fuerzas limitadas, tiene un acto de ser finito. Por lo cual, siendo que 'agitur sequitur esse' (el obrar sigue al ser), hay que decir que su obrar o su capacidad para obrar es tan limitado como su "esse" mismo, como su ser. Y se agota sobre todo con el ejercicio de sus dos potencias superiores, en el caso de los seres humanos, la inteligencia y la voluntad. La inteligencia es una facultad de conocimiento que tiende a la posesión intencional del ser de las realidades sensibles, ascendiendo luego por analogía y negación al conocimiento de lo espiritual. Dicho de otra manera y sabiendo que el ser de una cosa es fundamento de su verdad, la inteligencia humana está hecha para alcanzar la verdad de las cosas. Por su parte, la voluntad humana es facultad tendencial, con ella tendemos hacia fines que captamos como bienes para nosotros (sea con juicio recto o errado, ya que la experiencia cotidiana nos dice que consideramos muchas veces un bien a algo que en realidad es un mal, como en las adicciones, por ejemplo), pero no de la misma manera en que tendemos hacia bienes sensibles y particulares, lo cual constituye la esfera emocional (o pasional), sino tendiendo hacia bienes captados por la actividad de la inteligencia, que en cuanto abstracta y universal, nos permite tender hacia bienes considerados como portadores de la razón universal y abstracta de bien, al menos parcialmente.

En resumen: la inteligencia tiende a la verdad y la voluntad hacia el bien, verdad y bien son sus alimentos respectivos.

¿Qué pasa entonces si continuamente el alma es alimentada con mentiras y errores, y la voluntad con bienes aparentes, que son males reales? Pues pasa que poco a poco se van debilitando sus fuerzas para alcanzar su verdadero objeto (verdad y bien), se van acostumbrando a ese objeto ficticio que es su alimento cotidiano y finalmente pierden el gusto por aquello hacia lo cual deberían tender por su propia naturaleza: el error y el mal se les hacen "connaturales". Los medievales llamaban a esto adormecimiento de la conciencia o ceguera de la mente.

Entonces el alma se fatiga. Porque es como si un atleta se alimentara con comida chatarra que no le aportara los nutrientes adecuados para el ejercicio de su actividad específica, tarde o temprano su organismo tendería al colapso de sus funciones y dejaría de ejercerlas correctamente. Peor aún, el atleta dejaría de ser atleta. Igual con el alma.

Si solo la alimentamos con mentiras y males la iremos envenenando poco a poco, su sed de verdad y de bien se verá saciada con engaño, con un mal alimento, y sus fuerzas, que son limitadas, se agotarán tarde o temprano, y almas cansadas producen individuos débiles, familias rotas y sociedades decadentes. Es decir, justo lo que vemos a nuestro alrededor hoy.

La causa profunda de la decadencia actual en todos los niveles es el cansancio profundo de las almas, alimentadas desde hace ya mucho tiempo por comida chatarra: vicios e ideologías.

La renovación social no vendrá de las leyes ni de los gobiernos, no se trata de que gane este en vez de aquél candidato las elecciones, no. Se trata de que se emprenda una renovación moral de las familias, cuna de los individuos, y con individuos sanos moralmente se construirán instituciones sanas. No hay más camino que ese.


Leonardo Rodríguez


lunes, 13 de marzo de 2017

La importancia de tener un plan de lectura

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Siempre ha sido imperativo el deber de leer y formarnos para estar en guardia contra los errores de todo tipo que se propagan en la sociedad. Errores de tipo moral sobre todo, pero también errores de tipo metafísico, epistemológico, teológico, etc., que aunque requieren de un poco más de dedicación al estudio para poder detectarlos y combatirlos, es importante no dejarlos de lado porque son la base o la raíz de donde luego surgen los errores de tipo moral, que son los más evidentes a simple vista.

Antiguamente la sociedad creyente contaba con la palabra de los sacerdotes, que al recibir una formación filosófica y teológica sólida en los seminarios, salían a sus ministerios bien pertrechados a dar el combate por las buenas ideas, enseñando al pueblo y manteniéndolo alerta.

También se contaba con intelectuales católicos, seglares talentosos muy conocedores de la sana doctrina que escribían, dirigían periódicos y participaban en todas las polémicas que contra la verdad se levantaban aquí y allá en este valle de lágrimas.

Pero de esto hace ya mucho tiempo...

Las cosas han cambiado bastante y para mal. Los sacerdotes son pésimamente formados en los seminarios, en su inmensa mayoría ya no aprenden nada sólido, y así deformados salen a ejercer su ministerio. Como no tienen nada de doctrina para ofrecer se dedican al activismo, realizan eventos para recoger fondos para el techo de la iglesia o para ampliar la casa parroquial. Y respecto de las almas se dedican a hacer eco de las consignas sentimentaloides que estén más de moda o simplemente a hablar de los derechos humanos.

Y los seglares que antes eran formados y talentosos son ya una especie casi extinta, quedan pocos ejemplares. La mayoría están adormecidos por las comodidades de la vida y no ven siquiera la necesidad de formarse, de aprender, de leer, de conocer. Tienen cosas más "importantes" en qué pensar.

Entonces, ¿qué hacer? Formarse, interesarse, aprender por cuenta propia, porque del clero progresista no nos vendrá nada de valor y seglares que estén cumpliendo esa tarea hay pocos, y los pocos que hay están acallados por la bulla de los mediocres.

Pero para formarse hay que tener un plan. No conviene leer en desorden, de todo, sin ton ni son. Por el contrario conviene trazarse un plan y cumplirlo. Teniendo siempre en mente ese adagio latino que dice que hay que leer "Non multa, sed multum", es decir, no muchas cosas sino leer mucho aquello que estemos leyendo, leer con cuidado, con atención, tomando apuntes, reflexionando a cada paso sobre lo leído, escribiendo lo que la lectura nos va sugiriendo, etc. Si solo leemos un libro de formación al año, pero lo leemos pausadamente, habremos hecho mucho más que si leemos cincuenta pero a las carreras y con el único afán de devorar cantidad.

¿Cómo sería un buen plan de lectura? Ante todo hay que definir qué queremos aprender y cuánto tiempo le vamos a dedicar. Ya después veremos si se requería más o menos tiempo del que asignemos al inicio. Por ejemplo, puedo decidir que le voy a dedicar los siguientes dos meses a leer sobre lógica. Y cumplirlo. Aunque a los dos días no quiera seguir porque me haya aburrido el tema. Es cuestión de disciplina, que es la madre de todos los logros. Y también cumplir en cuanto al tema, de manera que a los dos días no esté más bien leyendo sobre las pruebas de la existencia de Dios. Entonces lo primero es definir tema y tiempo.

Lo segundo es definir método. Debo combinar la lectura reflexiva con la toma de notas. Leer reflexivamente consiste en leer con pausa, saboreando cada idea y cerrando el libro cada que algo nos llamó la atención. De manera que la lectura sea un verdadero proceso de alimentación intelectual, de asimilación. Si hay palabras que no entendí las anoto y busco su significado. Si hay ideas que me sorprendieron las anoto y las repaso luego dando un paseo. Importa también mucho escribir, es un ejercicio que pocos hacen pero que conviene mucho. Cada que acabes un capítulo o un apartado del texto que estés siguiendo pon por escrito lo que más se te ha quedado, escríbelo con tus palabras y también escribe ahí mismo tus reflexiones respecto de esas ideas. Leer, meditar y escribir.

Finalmente trata de comunicarte con personas que estén interesadas en el tema que tienes entre manos. Intercambia ideas, comparte reflexiones con ellos y busquen formular preguntas sobre ese asunto para después buscar respuestas en la lectura que hayas escogido.

Si logras elegir tema y tiempo, y también sigues con juicio un buen método, seguramente tendrás al cabo de un tiempo buenos resultados. Un año es un periodo de tiempo amplio que permite organizar varios temas de estudio, dos o tres por lo menos. Es impresionante la formación en sana doctrina que se puede adquirir teniendo un plan y siguiéndolo religiosamente. Piénsese por ejemplo en todo lo que se podría lograr en solo un par de años. 

Pero hay que empezar ya, los que sostienen las malas doctrinas (como la ideología de género por poner un solo ejemplo) no están descansando, todo lo contrario, están muy activos, leyendo, organizándose, escribiendo y peleando.

¿Y nosotros?


Leonardo Rodríguez



viernes, 10 de marzo de 2017

Discurso dominante



Se ha establecido un discurso dominante que, 'curiosamente', coincide con los postulados del progresismo marxista, y más específicamente del progresismo neomarxista, ese que huele a Gramsci por donde se le husmee. Los liberales atacan al engendro neomarxista desde sus propios postulados 'libertarios', acusando al neomarxismo de inocular la estrangulación de los, para ellos, sacrosantos derechos del individuo, y traer tras de sí la tiranía del Estado, cuando para el buen liberal lo mejor sería que ni existiera el Estado o se limitara a ser como el abuelo que mira desde lejos jugar a sus nietos, libremente, sin inmiscuirse demasiado en las travesuras de los pequeños, ya que ellos se las arreglan solos.

Pululan hoy en ese subuniverso que han venido a ser las redes sociales, los proponentes de un liberalismo a rajatabla, considerado única salida y salvación posible frente al tsunami de neomarxismo o marxismo cultural que se nos vino encima, pasito a pasito, casi sin darnos cuenta, adormecidos como estábamos (y estamos) por las 'comodidades' (para el cuerpo, espinas para el alma) que esta sociedad moderna ofrece a raudales. El liberal divide entonces las cosas en blanco y negro, el neomarxismo es todo lo malo, el liberalismo es todo lo bueno. El católico atento sonríe.

Porque tan lejano está del catolicismo y su propuesta socio-político-cultural el marxismo, como lo está el liberalismo, es que no es que el uno sea bueno y el otro malo, es que ambos son malos en tanto que nacen ambos de igual divinización de la libertad humana, en su versión individualista o colectivista, poco importa.

La iglesia condenó el marxismo, por supuesto. Pero también condenó el liberalismo, eso es clarísimo y bastaría con revisar algunos de los más representativos documentos que la iglesia fue emitiendo desde su suprema autoridad durante ese fatídico siglo XVIII, pésimamente llamado siglo de las luces, y durante todo el XIX, para tener ocasión de comprobarlo. Ahí están las encíclicas de Pío IX, de León XIII, etc. ¿Que está condenado el marxismo? Por supuesto, pero también el liberalismo está condenado.

Hablan hoy de que lo que la iglesia condenó fue un 'liberalismo moral' (relativismo), y que lo de ellos frente al marxismo cultural es un liberalismo económico y político. Es decir, su liberalismo sería solo libre mercado y capitalismo, por un lado, y primacía de los 'derechos' del individuo frente a toda indebida intromisión del Estado, como garantía contra toda tiranía o gobierno despótico, por otro. Bien, si solo fuera eso. Porque es claro que la iglesia postula el derecho a la propiedad privada, claro que sí, pero con ello no santifica los monopolios ni la explotación del hombre por el hombre, ni la búsqueda de la riqueza por la riqueza misma. Y claro que la iglesia rechaza la absolutización del Estado, ni más faltaba, pero con ello no santifica el individualismo enemigo de todo orden social y de todo ejercicio legítimo de la autoridad.

Lo que pasa es que se confunden las cosas a beneficio propio. Pareciera que todos quieren emparentar con el cristianismo, entonces los 'intelectuales' marxistas escriben libros proclamando a Cristo como el primer obrero revolucionario contra la tiranía de los poderosos, y construyen la 'teología' de la liberación para difundir su idea. Y también los liberales adelantan el mismo intento, buscan teorizar sobre la dignidad humana y la libertad del hombre, claramente defendidas por el cristianismo, para con malabarismos mentales emparentar dichas causas con sus propias versiones de lo que es la libertad y la dignidad. Como mezclar el agua y el aceite. Pero a nivel de discurso les funciona y a los ojos de muchos logran emparentar con el cristianismo, hasta el extremo de que para algunos el liberalismo fue verdaderamente fruto del catolicismo, fruto natural para más.

Algo tiene de importante el cristianismo cuando todos quieren emparentar con él. Pero son solo sueños, tanto la tiranía marxista como la pseudolibertad del liberalismo (que está a la base de todas sus versiones, sean estas económicas, políticas o morales) están condenadas con igual condena, y permanecen por igual lejos del dogma católico, que en estos temas conserva con gallardía un justo medio, como diría Aristóteles, justo medio entre dos extremos igualmente viciosos.

Lo que pasa es que la doctrina de la iglesia sobre estos asuntos es desconocida, y lo que se conoce de ella son las versiones que dan eclesiásticos extraviados a un lado o a otro, porque cuando no se trata de hombres de iglesia pletóricos de marxismo, se trata entonces de 'curas' liberales amigos de los "inmortales principios del 89". Y ni los unos ni los otros aciertan, se equivocan ambos. Pero es lo que llega al público en lugar de lo que debería llegar: la verdad.

Por ahora parece que el pulso entre estos dos errores simétricos, liberalismo y marxismo, lo está ganando el marxismo cultural. Lo vemos a diario y nos asusta el futuro que se anuncia entre negros nubarrones. No que el triunfo de los liberales nos asustara menos, sino que más bien nos angustia que de las dos opciones que actualmente se disputan el panorama, ambas serán catastróficas para la fe. Dios nos agarre confesados.


Leonardo Rodríguez

domingo, 5 de marzo de 2017

Aprender latín

Ponemos aquí nuevamente el material que consideramos más sencillo y apropiado para aprender latín, de entre todos los que es posible encontrar en la web. Añadimos esta vez dos pdf con ejercicios. Invitamos como siempre a quienes puedan adquirir los libros en físico a que lo hagan.

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sábado, 4 de marzo de 2017

Sobre el nuevo totalitarismo



Mucho se ha escrito ya sobre el incidente con el bus de la fundación HazteOir de España. Como era de esperarse los grupos de personas pertenecientes a la izquierda han condenado la iniciativa de poner a rodar por las calles españolas un bus con ese mensaje, por considerarlo ofensivo contra la población lgbt. En realidad lo condenaron por ir contra la ideología de género que buscan imponer dictatorialmente, ya que dicha ideología anticientífica, antiética, anti-todo, afirma efectivamente que no hay nada de malo, ni anormal, ni siquiera nada un poco extraño en afirmar que una niña puede tener pene y un niño puede tener vagina. Así de demencial es la cosa.

Decíamos antes que también las redes sociales, que son una especie de sub-universo en el que se dan cita todo tipo de personajes, pero que en el fondo no es sino una aglomeración indiscriminada de una masa de gritones, se pronunciaron contra el bus y su mensaje, por similares razones a las antes mencionadas: discriminación contra población lgbt.

¿Qué queda claro de todo esto, a parte de lo ya apuntado? 

Queda claro lo que siempre ha estado claro desde el tiempo de los pregoneros de libertades durante la Revolución Francesa, que al mismo tiempo que guillotinaban adversarios daban bellos discursos sobre libertad, igualdad y fraternidad: el discurso de los derechos y las libertades es usado como arma política, como trampolín, como puro medio propagandístico de seducción de masas, puesto que una vez obtenido el fin, que es el poder y el control de una sociedad, dichos derechos y dichas libertades pasan a ser de uso exclusivo de quienes comulguen con la línea de pensamiento dominante, lo que se llama pensamiento único o pensamiento políticamente correcto, y para los demás, para los que se aparten de dicha línea, no ofrecen otra cosa más que represión total.

En otras palabras. Llegan con el discurso de los derechos y las libertades, seducen masas, arrastran voluntades, obnubilan inteligencias y obtienen influencia social. Desde dicha influencia avanzan en la consolidación de su imagen como salvadores natos de la sociedad, condenan al resto como fascistas, nazis, homófobos, etc., y se convierten de a poco en la única opción política sana, los únicos decentes del panorama social. Apoyados en dicha 'imagen' dan el salto a lo político y ganan puestos aquí y allá, hasta controlar lo suficiente como para no tener ya que disimular más su verdadero rostro totalitario. Es entonces cuando se revelan como verdaderamente son: la nueva policía del pensamiento, al mejor estilo orwelliano. 

Y es lo que vemos hoy. Aún así son legión los que siguen comprando el discurso sobre los derechos y las libertades. Muy bien obró la iglesia cuando en su misma cuna condenó el nacimiento, contenido, forma e intención de los derechos humanos durante la Revolución Francesa, pues un secreto instinto le decía que sin lugar a dudas se convertirían en el Caballo de Troya que abriría las puertas a los desmanteladores de la civilización cristiana. Y no se equivocaron. 


Leonardo Rodríguez

miércoles, 1 de marzo de 2017

Defender lo obvio




Se ha llegado hoy a una situación tan descabellada que resulta cada vez más difícil defender lo obvio. Y es que el oscurecimiento paulatino del mismísimo sentido común ha tomado una velocidad tan vertiginosa, que en cuestión ya no de años sino de meses tendremos que pedir disculpas por afirmar, como en la imagen, que uno más uno hacen dos.

Y es que es asombroso a lo que hemos llegado, la situación se hace cada día más insostenible: un conjunto de ideas provenientes del progresismo cultural de matriz liberal y marxista (esta última en su versión 'neo'), se ha posicionado con tal fuerza y dominio en la atmósfera socio-cultural, que ha consolidado una forma tiránica de 'pensamiento políticamente correcto', fuera del cual nada es admitido, ni valorado, ni aceptado y cada vez más ni siquiera tolerado. 

Y lo vemos a diario en nuestras conversaciones con otras personas, en los medios de comunicación, en las columnas dominicales de los 'intelectuales' de turno, en los noticieros, en los pronunciamientos de los 'políticos', en las opiniones del hombre de a pie, etc. 

Salvo reducidos grupos de pensadores de filiación más bien tradicional, la colonización de lo políticamente correcto ha sido total y su reinado se ejerce con despotismo, implacable.

Por poner un ejemplo (o más bien dos) entre miles. En días pasados se celebró la versión número veinte del Carnaval de las Palmas, en España. Allí fue 'coronada' como 'nueva' Drag Queen de las Palmas de Gran Canaria un 'artista' que ha realizado un show grotesco y blasfemo al disfrazarse de virgen maría. 

Un espectáculo vomitivo desde donde se le mire, insultante e hiriente de la fe de millones de españoles que vieron así pisoteada públicamente la sacralidad de la madre de Dios.

Como era de esperarse se vieron dos reacciones diversas. De un lado los católicos anunciaron acciones jurídicas para pedir que los responsables del exabrupto (por decir lo menos) respondan ante la justicia por sus acciones, teniendo en cuenta la vulneración de los sentimientos religiosos de millones de españoles. Y de otro lado se pronunciaron los partidos políticos liberales y de izquierda, aplaudiendo, palabras más palabras menos, el show blasfemo en cuanto manifestación 'artística' y ejercicio legítimo de la 'libertad de expresión'. Asimismo en redes sociales el aluvión de insultos de la masa enardecida contra los católicos no se hizo esperar y se contaron por decenas de miles los mensajes de burla y odio.

Por otra parte, también por estos días ha hecho noticia un particular bus que recorre las calles de Madrid portando un mensaje sencillo y biológicamente exacto a más no poder: los niños tienen pene y las niñas tienen vulva. 


¿Qué vez de malo en el mensaje del bus, querido lector? Nada, absolutamente nada, biología básica, anatomía de lo más elemental. Dos afirmaciones que fácilmente se pueden encontrar en cualquier libro de texto para biología en primaria. Tal cual.

Pues ¿qué ha pasado? Lo que era de esperarse dado el dominio de lo que arriba hemos llamado 'pensamiento políticamente correcto' (que no es pensamiento ni mucho menos correcto), que esos mismos políticos que acudieron en coro a defender al 'artista' drag queen, exigiendo a los católicos silencio y 'tolerancia' ante una muestra 'evidente' de libertad de expresión, se mostraron esta vez indignadísimos contra la, para ellos, evidente 'homofobia', o mejor dicho 'transfobia' (porque la palabra fobia al parecer rima con todo y está de moda) del susodicho mensaje inscrito en el bus. Y pasaron de la indignación a la acción y con eficacia digna de mejores causas han solicitado ante la justicia española que actúe con celeridad contra los 'transfóbicos' responsables de tamaña agresión contra la población lgbt...

Y ni qué decir de la masa que pulula por las redes sociales, se han lanzado con una avalancha de insultos contra los promotores de la campaña del bus madrileño, acusándolos de todo tipo de crímenes. No han ahorrado insultos y han sido generosos en la repartición de calificativos soeces.

Pues bien, ¿qué podemos sacar en claro de estos dos episodios? varias cosas:

1) Existe la libertad, pero solo para quienes comulguen con el ideario liberal-progresista-neomarxista que constituye lo políticamente correcto hoy día. Para los que se aparten de dicho ideario la libertad es solo una ilusión.

2) Quienes dominan la escena 'cultural' actualmente, están convencidos de que la exigencia de derechos es un atributo únicamente de quienes comulguen con el ideario arriba mencionado.

3) Si perteneces a la masa de turiferarios de lo políticamente correcto tienes asegurado tu éxito en el submundo de la 'intelectualidad' de hoy. Si no, estás condenado a ser un paria, un inferior.

4) Los católicos deben aguantar todo tipo de insultos, desde los más 'inocentes' hasta las blasfemias más atroces, porque todo ello no es más que 'libertad de expresión'.

5) Los católicos, si llegan a hacer uso de esa misma 'libertad de expresión', deben atenerse a las consecuencias jurídicas y penales que ello les acarree. Pues obviamente tal derecho solo aplica para quienes insulten a los católicos, ni más faltaba.

6) Ni la biología ni la anatomía más elemental pueden romper la fuerza de una ideología, en este caso la ideología de género, puesto que cuando la ideología se apodera de una persona, ejerce sobre ella un dominio absolutamente despótico.


Cada día se va haciendo más difícil defender lo obvio.

Leonardo Rodríguez