domingo, 13 de marzo de 2016

La verdad en el exilio


Disculparán lo dramático del título. Pero es lo que uno percibe actualmente en las conversaciones que se elevan un poco por sobre las trivialidades de la vida cotidiana.

Porque en temas triviales poco importa la multitud de opiniones, pues todo se reduce a una 'cuestión de gustos', como se suele decir hoy día. Por ejemplo en temas de comida, bebidas, música, ropa, colores, olores, etc. Esa es la feria de los gustos, y cada uno tiene los suyos. Digamos que en esas esferas 'básicas' de la vida humana reina el relativismo, y quizá con justa causa. Son esferas bastante ligadas al mundo de los sentidos, y cada uno juzga allí según la buena, mala, correcta, incorrecta, cultivada o no, delicadeza de sus sentidos. Pues hay, por ejemplo en la esfera musical, personas que han oído con exclusividad música moderna, y su oído se ha vuelto así prácticamente incapaz de percibir la belleza, por ejemplo, de un concierto para piano de algún compositor clásico. 

Pero las cosas son distintas, o por lo menos debieran serlo, cuando ya no se trata de esos temas cotidianos sino de asuntos de mayor trascendencia: el alma humana, la moralidad de los actos, Dios, la religión, el orden natural, el orden sobrenatural, etc.

Es decir, el orden de las verdades que se elevan por encima del universo cambiante de los sentidos y pertenecen más bien al universo inteligible o espiritual, que también forma parte (y la más importante) de una vida humana integral.

El error de la edad moderna ha consistido en querer medir dicho universo trascendente, inteligible, espiritual, con el mismo criterio usado para medir y valorar el universo primario de los sentidos, de los sensible, de lo finito, de lo intrascendente. Se ha pretendido medir lo más con lo menos, y el resultado ha sido la progresiva animalización del hombre causada  por el rechazo de la especificidad propia de lo trascendente, entendido como un episodio más del reino sensible, donde el gusto humano es, a su manera, rey. Entonces ya no ha quedado en pie nada que diferencie esencialmente al hombre del animal, pues dicho reino sensible también está al alcance de este último, y de hecho de una mejor manera, pues los animales a nivel sensible aventajan notablemente al hombre: hay animales con mejor vista que la humana, mejor oído, mejor tacto, mejor gusto, mejor olfato, mayor velocidad, resistencia física, etc.

Y lo más paradójico es que en este estado de cosas, aquellos que aún se atreven (como el sujeto de la foto que insiste en que dos y dos hacen cuatro) a proclamar en voz alta la existencia del reino inteligible, inmutable de la verdad, de las cosas verdaderas, de lo independiente del gusto humano, de lo que es como es porque así es y no porque el hombre desee que así sea, aquellos que se atreven, repito, a decirlo en voz alta, son tildados de mil cosas y excluidos del discurso social, que parece hoy un escenario de uso exclusivo de quienes digan lo que todos dicen y lo que todos desean oír: que no hay verdad y que todo es como a cada uno le parezca.

De ahí el título de esta reflexión: el exilio de la verdad. Porque ha sucedido tal cual, la verdad ha sido exiliada al no encontrar ya lugar entre las soberbias mentes 'postmodernas', y se ha ido a ocultar en espacios cerrados y al calor de inteligencias que aún contra la corriente, han decidido no renunciar a ella, porque algo en el fondo de sus conciencias les dice que aún vale la pena batallar por ella.


Leonardo Rodríguez


1 comentario:

Felip Reyes dijo...

Me gusta este blog demasiado, y eso que apenas estoy empezando a leerlo de lleno. Me gustaría que hicieses una entrada relacionada a la masonería u ordenes militares, tu opinión y critica, obvio si es que no lo has hecho y no me he dado cuenta ya que es muy extenso tu blog.