domingo, 28 de febrero de 2016

Separación entre fe y razón



Hace poco decíamos que una de las características de la filosofía moderna era el antropocentrismo. Pues bien, otra de sus características es la separación que establece entre la fe y la razón. Separación que no es ya la distinción complementaria que establecía el filósofo medieval, sino que se trata de una separación radical, que desemboca en abierta oposición y rechazo.

Para el pensador medieval era natural hacer filosofía en unión con la teología. De hecho la filosofía de las universidades medievales era una preparación para la teología, que era considerada correctamente como la culminación de toda sabiduría. 

Esto fue así siempre, aunque en el tiempo de Tomás de Aquino se logró establecer una más clara distinción conceptual entre los ámbitos específicos de la filosofía y la teología. Ámbitos que aunque distintos, no eran opuestos ni contradictorios. Precisamente esa fue una de las tareas llevadas a cabo por Tomás y su generación: distinguir con precisión el campo de estudio de la filosofía, otorgarle una justa autonomía en su terreno. Y al mismo tiempo hacer lo propio con la teología. Pero de tal manera realizar estas dos clarificaciones que no se abriera entre esas dos ciencias un abismo tal que hiciera pensar en su oposición, es decir, distinguirlas, pero conciliarlas para hacerlas servir a ambas en el descubrimiento de la única verdad divina y humana.

Eso fue lo que se llamó la armonía entre la fe y la razón, y es una de las causas de la grandeza de Tomás de Aquino: distinguió sin oponer.

La edad moderna que solemos ubicar en los tiempos de René Descartes, inicia un proyecto completamente nuevo. Aunque conviene decir que dicho proyecto hunde sus raíces en el nominalismo de un Guillermo de Ockham, a mediados del siglo XIV, es decir un par de generaciones después de la muerte de Tomás de Aquino. Porque Ockham con sus teorías lógicas inaugura un nuevo modo de hacer "filosofía" que tiende al empirismo y al rechazo de las ideas universales, de las esencias, y por tanto de las verdades universales. De manera que las verdades que la teología proclama son tales por la autoridad divina, pero para el hombre resulta imposible acceder a ellas de otro modo que no sea la revelación autoritativa de la Iglesia, pues su razón no va más allá del dato intuitivo de la experiencia inmediata.

A partir de Ockham se establece la duda sobre la posibilidad de demostrar con la sola razón lo que eran los fundamentos de la fe, o los preámbulos de la fe: la existencia de Dios y la existencia, espiritualidad e inmortalidad del alma. Entonces en adelante la fe va por un lado y la razón por otro. La armonía se ha roto y llega la edad moderna.

Cuando Descartes aparece en la escena filosófica mundial, ya ha pasado mucha agua debajo del puente, y el ambiente está maduro para su revolución. En pocas palabras: con la era racionalista e idealista inaugurada oficialmente por Descartes, se rechaza que la teología pueda ser una ciencia. Andando el tiempo Kant llevará adelante las consecuencias de todo esto y acabará por rechazar también que la metafísica pueda ser ciencia. Y el círculo acaba cerrándose por completo y el hombre termina del todo encerrado en la cárcel de su subjetividad.

Sin teología y sin metafísica el horizonte del hombre se reduce a este mundo de las impresiones sensibles inmediatas. En dicho universo reducido el hombre es rey, pues su razón lo comprende todo, o eso cree. Con tal de sentirse rey el hombre moderno acepta de buena gana que su reino se reduzca a unos estrechos límites, cortando la trascendencia del espíritu, pues en el reino del espíritu el rey es Dios.

Y se hace entonces imposible para las mentes postcartesianas conciliar la fe y la razón. Y ese es el pan nuestro de cada día. Aún hoy 2016.

El divorcio ha sido tal que ha culminado en oposición, rechazo y agresiva militancia. Basta ver por ejemplo en nuestros días el "apostolado" de un Richard Dawkins en EEUU, considerado el ateo actual más famoso del mundo. Título que no le envidio para nada.

Entonces esa separación entre fe y razón es también una de las características de la filosofía moderna, junto al antropocentrismo ya visto anteriormente. Veremos otras en próximos artículos Dios mediante.


Leonardo Rodríguez



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