sábado, 7 de diciembre de 2013

LA IMAGEN Y EL CONCEPTO




La palabra significa, es signo de un concepto. ¿Cuál es el origen de los conceptos? Ya vimos que las palabras tiene un origen convencional, artificial, arbitrario y consuetudinario. ¿Ocurre lo mismo con los conceptos? Por ser signos formales, esto es imposible.

A pesar de ser un problema muy difícil, que ha sido abordado desde el inicio de la filosofía, conviene que señalemos aquí el mínimo indispensable para comprender la naturaleza de los conceptos, ya que son lo más importante en el pensamiento. Sin conceptos es imposible pensar, son el primer acto de la inteligencia e interviene en todos los demás.

Según Aristóteles, todos nacemos con nuestra inteligencia totalmente desprovista de conocimientos. Es la tesis más admitida en la historia de la filosofía. Pero hay otros filósofos que han negado tal vacío primordial, mas no parece haber suficientes evidencias como para sostener que nacemos sabiendo de alguna manera.

El primer contacto con la realidad que nos circunda nos viene dado por ciertos órganos especializados de nuestro cuerpo a los que llamamos sentidos: ojos, oídos, nariz, etc. Estos primeros actos de conocimiento: ver, oír, oler, etc., pasan al cerebro que los reúne en una síntesis que reconstruye la cosa exterior de la cual provienen esos colores, sonidos, olores, etc., por los que pudimos conocerla. Así formamos una percepción de la cosa exterior que luego guardamos como su imagen. Cuidémonos de creer que una imagen es una fotografía; ésa sería tan solo la imagen visual, pero también las hay olfativas, táctiles, sonoras, etc., tantas como sentidos tenemos. Finalmente, recogiendo todas las sensaciones que nos proporcionas los diversos órganos sensoriales, formamos la imagen de la cosa completa, con todos estos atributos.

Hasta aquí llega el conocimientos de las bestias, que los filósofos llaman conocimiento sensible, ya que se realiza por sentidos. Aún no hemos pensado nada, no hemos comprendido nada; nos hemos limitado a ver, oír, oler, etc., sensaciones que hemos reunido en una percepción, y la hemos conservado como una imagen. Cuando la inteligencia comprende aquello, ha nacido el concepto. Y como esto último es muy difícil de hacer, a menudo tenemos una muy buena imagen acompañada de un rudimento de concepto. A esto llamamos conocimiento vulgar. Será la ciencia la encargada de forjar buenos conceptos.

A este largo proceso, muy brevemente descrito, los filósofos llaman abstracción, que quiere decir separación. En efecto, el concepto no reúne colores, olores, sonidos, de la cosa para formar el concepto -eso la hace la percepción- sino que los separa, los deja fuera.

Este proceso se entiende mejor si comparamos los resultados. Tomemos la imagen de templo y su concepto. La primera nos dará la visión de determinado templo, con sus colores, dimensiones, figura exterior e interior, los sonidos de los cánticos religiosos, el olor del incienso, etc. En el concepto no figura ninguno de esos elementos, sino la comprensión de qué es un templo: edificio destinado a un culto religioso. En el concepto, pues, no hay ningún dato sensorial, ninguna sensación de las que componen la percepción, sino tan solo lo que nos parece ser esencial. Esto es la comprensión intelectual.



NATURALEZA DEL CONCEPTO



Definamos concepto: acto por el cual la inteligencia capta o percibe alguna cosa.

Ya sabemos cuan distinto es este modo de aprehender la cosa respecto del de la percepción. Este aprehender, cuando es de la inteligencia, es lo que normalmente queremos expresar cuando decimos: ahora comprendo de qué se trata, o bien, ahora entiendo.

¿Entiendes qué es la alfalfa? Si no lo sabes, quiere decir que careces del concepto de alfalfa, aunque, tal vez, tengas una buena imagen de ella. Pero si sabes que es un vegetal, que es un buen alimento para vacunos y equinos, que no es árbol ni arbusto, sino mera hierba, posees muchos conceptos que puedes aplicar a la palabra alfalfa y comprender, hasta cierto punto, qué es cuando te la mencionan. La mayoría de nuestros conceptos son así, son comprensiones parciales de la cosa que señalan.

Pero, ¿qué señalan o significan los conceptos?

Los lógicos distinguen el concepto formal, aquello en lo cual alcanzamos la cosa, del concepto objetivo, el objeto alcanzado por medio del formal, llamado también mental. Vale decir, en el concepto distinguimos el acto mental, de carácter psíquico, realizado por la inteligencia, del significado o contenido de dicho acto. A la psicología le compete el estudio del concepto formal; a la lógica, el objetivo. En otras palabras, nos interesa lo que conocemos gracias al acto intelectual. Estudiamos, pues, lo pensado por el intelecto y no el acto por el que lo pensamos. Esto es, aquello de lo que es signo el concepto, o, dicho con otras palabras, su significado.

Los lógicos distinguen también el objeto material del objeto formal de los conceptos. El objeto material de un conocimiento, que eso es un concepto, es la cosa captada, sea real o no, por ese acto cognitivo. Veo el color, huelo el olor y pienso en la rosa; el objeto material de esos tres actos es la rosa. El objeto formal es lo que directamente y en primer lugar es alcanzado por un acto de conocimiento. En el ejemplo propuesto: se ve el color, se huele el olor y se piensa qué es una rosa. El objeto formal de la visión es, en consecuencia, el color; el del olfato, el olor, y el de la inteligencia es la quididad de la cosa conocida. Quididad viene de quidditas, que es un término latino derivado de la pregunta típica de la inteligencia: Quid sit? = ¿qué es? Mas, cuando el hombre sabe qué es algo, se dice que conoce su esencia. Por eso suele decirse que el objeto formal de la inteligencia es la esencia de las cosas que les muestran los sentidos. En este punto conviene hacer dos aclaraciones.

Sea la primera la significación del vocablo cosa, que tanto hemos usado en estas páginas. Supongo que ya todos mis lectores han advertido que la amplitud de su significación es inmensa. No hay que creer que cosas son únicamente los entes materiales que existen en el mundo. No. Cosa, en filosofía, sirve para mencionar prácticamente todo, es tan amplio en su significación como el término algo. Así, lo cosa estudiada por una disciplina puede ser una mera relación, como en gramática cuando estudiamos los casos, el predicado, las preposiciones, etc. Estas cosas no son entes materiales que existan en el mundo, sino meras funciones del lenguaje.

Sea la segunda ¿qué significa aprehender una esencia? Si éste es el objeto formal del concepto, parece que no tendríamos conceptos, puesto que es muy difícil alcanzar la esencia de una cosa real natural, si es que es alcanzable. Es verdad, nadie conoce aún la esencia del perro o del gato, a pesar de que nos acompañan desde tiempos prehistóricos. Eso sólo significa que no poseemos un concepto que sea capaz de incluir toda la realidad que se da en estos simpáticos animales. Sin embargo, no dudamos de que sean algo en sí mismos, que no se limitan a los aspectos que nos señalan los sentidos, diferentes de los demás entes naturales que conocemos, y que eso es, precisamente, lo que deseamos saber. Todo lo que percibimos acerca de ellos, se nos presenta como un aproximarnos a su naturaleza íntima, su esencia, y que, si la conociésemos, los comprenderíamos mejor. De modo que todos los conocimientos que nuestra inteligencia logra construir, se dirigen, en última instancia, a desvelar la esencia de las cosas. Por eso, la quididad es la misma esencia o naturaleza de algo en tanto en cuanto es conocida por nosotros. Es la misma esencia real parcialmente alcanzada por nuestros conceptos.


PROPIEDADES ESENCIALES DEL CONCEPTO OBJETIVO


Lo que realmente constituye a un concepto es su comprensión: el conjunto de notas inteligibles que lo componen. Por eso, al desarrollar todas esas notas, tenemos la definición del objeto. Triángulo es una figura geométrica cerrada, plana, formada por tres lados y tres ángulos. El sujeto de esta proposición dice lo mismo que el predicado, pero en éste se desarrolla lo que se piensa en aquél. Expreso con diversas palabras lo que pienso al pronunciar la voz triángulo. Estas notas inteligibles, o características del objeto pensado, son, a su vez, conceptos que podría definir y expresar así todo su contenido inteligible. Vemos, pues, cuán importante es definir. ¡Cuántas veces conocemos la palabra pero carecemos del concepto correspondiente! Al no preguntársenos la definición, parece que entendemos lo que decimos. Mas, si nos hacen la pregunta, ¡menuda sorpresa nos llevamos al comprender que somos incapaces de responder adecuadamente! Por otra parte, puede ocurrir que dos personas usen el mismo vocablo pero no el mismo concepto, o, lo que es lo mismo, ese concepto no contenga las mismas notas inteligibles en ambos. En tal caso, las personas no se entienden entre sí.

También puedo preguntarme por la extensión de un concepto, es decir, a cuántos inferiores puedo aplicarlo, a cuántos se extiende. Si desarrollo esta extensión, obtengo la división del concepto que me permite verificar de cuántas maneras se puede realizar la esencia expresada por la comprensión del concepto objetivo. Así, por ejemplo, comprendo que la esencia humana, sin variar, se realiza de modo levemente diferente en las diversas razas.

Para los escolásticos, la comprensión es el verdadero contenido esencial del concepto, mientras que la extensión es una propiedad que de ella dimana; para el nominalismo moderno, en cambio, es la extensión el constitutivo propio del concepto. Esta diversa interpretación de la esencia del concepto se debe a que los modernos consideran que lo que importa es saber a quienes se puede aplicar un concepto construido por el hombre según sus categorías o modos de captar la realidad y no por un conocimiento de esencias. Hay un escepticismo en la raíz de esta diferente interpretación.

Se enfrentan así dos concepciones radicalmente opuestas de nuestra inteligencia entre las cuales es difícil elegir. Seguiremos aquí la explicación escolástica, pues nos parece que lo propio de la inteligencia es eso, ser inteligencia; es decir, leer en medio de (inter legere) la realidad lo que ella es. Lo leído por la inteligencia es la comprensión del concepto objetivo y lo que lo constituye como tal.

La comprensión y la extensión de un concepto están en razón inversa. A mayor comprensión, menor extensión y viceversa. Es fácil comprender que si aumento el número de notas de un concepto, encontraré menos cosas a qué aplicarlo. Así, hay más animales que mamíferos y más mamíferos que hombres. A la inversa, si un concepto se extiende a más deberá poseer menos notas.

Pero no se trata de contar los individuos a los que se aplica un concepto. ¿Hay más perros o gatos en el mundo?, sino saber si la extensión de un concepto queda incluida en la extensión de otro. Esto se sabe atendiendo a la comprensión, lo que nos revela, nuevamente, que los escolásticos tienen razón al considerar a la comprensión como lo que constituye esencialmente a todo concepto. Así, toda la comprensión de animal está incluida en la de hombre, mas no a la inversa. Luego toda la extensión de hombre está incluida en la de animal, pero no a la inversa.

Para comprender mejor la extensión y la comprensión de los conceptos, nada mejor que volver a considerar el objeto del concepto. Este era material y formal, y este último era la quididad o esencia de lo conocido. En otras palabras, el modo de ser, el tipo de ser de algo. Es decir, lo que el concepto busca es la naturaleza del objeto material. Si bien pocas veces lo logra de modo satisfactorio, siempre apunta a ello. Por esto, todo concepto es universal, ya que la naturaleza de una cosa es idéntica para todas las cosas de la misma especie o tipo. Así, la definición de virtud se aplica a todos los actos virtuosos y la de vicio, a todos los viciosos. En este caso, la inteligencia ha alcanzado adecuadamente la naturaleza de la virtud y del vicio, como se estudia en ética.

La dificultad de conocer las esencias de los entes naturales que nos rodean explica la frecuencia del error en nuestros conocimientos. Porque lo que el concepto debe captar es la esencia de algo, y como esto es muy difícil, lo reemplazamos con la propiedad más cercana a ella. A veces creemos que esa propiedad es la esencia, lo que sería un error grave. Otras, aceptamos como propiedad esencial una característica muy accidental del objeto, lo que también constituye un error, más grave aún, a menos que se tenga clara conciencia de ello.

Si alguien entiende que un hombre es un animal de dos pies, ha considerado como propiedad esencial una propiedad bastante extrínseca al mismo, si bien es realmente una propiedad suya. Más acertado está el que lo considere como un animal que habla, pues el hablar es una propiedad más cercana aún a su esencia que la anterior. Finalmente, la mayoría de los filósofos ha aceptado la definición de los estoicos: animal racional mortal, para distinguirlo de los dioses de la mitología que eran inmortales. Quien lo defina como bípedo implume está tan lejos de lo esencial que no vale la pena criticarlo.

La extensión es una propiedad lógica del concepto, pero deriva de algo real. Efectivamente, así como podemos, en la industria, fabricar muchos objetos según un modelo único, así también, la naturaleza produce muchos entes según una misma esencia. Hay muchos perales y chirimoyos en el mundo y todos poseen la misma estructura esencial que los botánicos se esfuerzan por dilucidar. Y si bien nos falta mucho por conocer en ellos, ya sabemos que su esencia es idéntica en todos los de la misma especie, la que podemos reconocer por un conjunto de accidentes. Ese conjunto es único y no se repite en otra. Puede ser el tono del verde de sus hojas, además de su figura, etc. Porque cada ente posee los accidentes que su esencia requiere para su realización individual.



(tomado de "Aprendiendo a pensar" de Ossandón Valdés)

No hay comentarios.: