lunes, 14 de octubre de 2013

Magisterio pontificio y libertad religiosa



Es  un  dato  conocido  que  el Magisterio  Pontificio  del  siglo XIX rechazó no sólo la  libertad moderna de conciencia y de religión sino también el “derecho nuevo” que el Estado se empeñó en construir. El Pontificado vio con agudeza que esas libertades y este derecho se alimentaban del subjetivismo, del escepticismo metafísico, del naturalismo y del indiferentismo religioso.  Con especial autoridad, tanto el Syllabus de Pío IX como el Concilio Vaticano I dieron cuenta de ello, y advirtieron sus peligros para  las naciones cristianas.

Pero quizás no  exista  en  la doctrina de  la  Iglesia otra página igual a la que León XIII escribió en lo que llamó su “testamento”, la encíclica “Annum ingressi”, en donde hace una síntesis ejemplar, que a  la vez es un diagnóstico y una previsión, del significado del avance de la libertad de conciencia, de religión y del Estado en el mundo moderno. No está demás citar sus palabras: 

“Del filosofismo orgulloso y mordaz del siglo XVIII (...) brotaron  los  funestos  y  deletéreos  sistemas  del  racionalismo  y  del panteísmo, del naturalismo y del materialismo (...). Doctrinas tan funestas  pasaron,  desgraciadamente,  como  estáis  viendo,  de  la esfera de  las ideas a  la vida exterior y a  los ordenamientos públicos. Grandes  y poderosos Estados  van  traduciéndolas  continuamente a  la práctica, gloriándose de capitanear de esta manera los progresos de la civilización. (...) se consideran desligados del deber de honrar públicamente a Dios, y sucede con demasiada frecuencia  que,  ensalzando  a  todas  las  religiones,  hostilizan  a  la  única establecida por Dios .

Todos  son  testigos de que  la  libertad, cual hoy  la entienden, concedida indiscriminadamente a la verdad y al error, al bien y al mal, no ha logrado otra cosa que rebajar cuanto hay de noble, de santo, de generoso...  rotos  los vínculos que  ligan al hombre con Dios, absoluto y universal  legislador y  juez, no se  tiene más que una apariencia de moral puramente civil, o, como dicen, independiente, la cual, prescindiendo de  la razón eterna y de  los divinos mandatos,  lleva  inevitablemente  por  su  propia  inclinación,  a  la última  y  fatal  consecuencia  de  constituir  al  hombre  ley  para  sí mismo”.

Es notable cómo el Papa destaca en una misma conjunción la obra  de  demolición  realizada  por  el  Estado  moderno  y  por  la libertad de conciencia, y el proceso de edificación de la modernidad política operada por ambos, con el resultado común –“la última y  fatal consecuencia”– de constituir al hombre en  ley para  sí mismo. Para  llegar a  tal resultado, que es primariamente social y de ahí su fatalidad, no se le escapa a León XIII la función indiferentista de la libertad religiosa.


El Pontífice concluye con palabras muy  fuertes. Una especie de advertencia profética a  la  sociedad. “Adoramos a Dios misericordiosamente justo y le suplicamos al mismo tiempo que se apiade  de  la  ceguera  de  tantos  y  tantos  hombres  a  los  cuales  por desgracia es aplicable el pavoroso lamento del Apóstol: ‘el Dios de este mundo cegó las inteligencias de los infieles para que no brille en ellos la luz del Evangelio, de la gloria de Cristo’ (2 Cor. 4,4)”.


(tomado de "LA LIBERTAD MODERNA DE CONCIENCIA Y DE RELIGIÓN Y LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO.
UNA APELACIÓN A NUESTRO PRESENTE HISTÓRICO" de JULIO ALVEAR TÉLLEZ)

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