viernes, 31 de agosto de 2012

BLOG AMIGO




Hola, en la barra lateral izquierda hemos puesto un enlace permanente a un blog que consideramos excelente, se trata del blog: http://bibliotecasanmiguelarcangel.blogspot.com/ 

En él podrán encontrar libros geniales para descargar, libros que ya es prácticamente imposible conseguir hoy en día pero que nuestro amigo Luís Javier, de Argentina, está poniendo a nuestra disposición por medio de un trabajo sumamente meritorio. Para él y para su obra pido vuestras oraciones.

sábado, 18 de agosto de 2012

LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO



La Ideología de Género: Sus Peligros y Alcances

Por Jutta Burggraf


Es claro que para esta nueva "perspectiva de género", la realidad de la naturaleza incomoda, estorba, y por tanto, debe desaparecer. Esta perspectiva de género que se quiere imponer desde los organismos internacionales está en la misma línea contraria al orden natural como el antinatalismo.


"
El género es una construcción cultural; por consiguiente no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo... Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino".

Estas palabras que podrían parecer tomadas de un cuento de ciencia ficción que vaticina una seria pérdida de sentido común en el ser humano, no son otra cosa que un extracto del libro "Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity" (El Problema del Género: el Feminismo y la Subversión de la Identidad") de la feminista radical Judith Butler, que viene siendo utilizado desde hace varios años como libro de texto en diversos programas de estudios femeninos de prestigiosas universidades norteamericanas, en donde la perspectiva de género viene siendo ampliamente promovida.

Mientras muchos podrían seguir considerando el término 'género' como simplemente una forma cortés de decir 'sexo' para evitar el sentido secundario que 'sexo' tiene en inglés, y que por tanto 'género' se refiere a seres humanos masculinos y femeninos, existen otros que desde hace ya varios años han decidido difundir toda una "nueva perspectiva" del término. Esta perspectiva, para sorpresa de muchos, se refiere al término género como "roles socialmente construidos".

La IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, realizada en setiembre de 1995 en Pekín, fue el escenario elegido por los promotores de la nueva perspectiva para lanzar una fuerte campaña de persuasión y difusión. Es por ello que desde dicha cumbre la "perspectiva de género" ha venido filtrándose en diferentes ámbitos no sólo de los países industrializados, sino además de los países en vías de desarrollo.
Definición del término "género"

Precisamente en la cumbre de Pekín, muchos de los delegados participantes que ignoraban esta "nueva perspectiva" del término en cuestión, solicitaron a sus principales propulsores una definición clara que pudiera iluminar el debate. Así, la directiva de la conferencia de la ONU emitió la siguiente definición:


"El género se refiere a las relaciones entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo".


Esta definición creó confusión entre los delegados a la cumbre, principalmente entre los provenientes de países católicos y de la Santa Sede, quienes solicitaron una mayor explicitación del término ya que se presentía que éste podría encubrir una agenda inaceptable que incluyera la tolerancia de orientaciones e identidades homosexuales, entre otras cosas. Fue entonces que Bella Abzug, ex-diputada del Congreso de los Estados Unidos intervino para completar la novedosa interpretación del término "género":


"El sentido del término 'género' ha evolucionado, diferenciándose de la palabra 'sexo' para expresar la realidad de que
la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio".

Quedaba claro pues que los partidarios de la perspectiva de género proponían algo mucho más temerario como por ejemplo que "
no existe un hombre natural o una mujer natural, que no hay conjunción de características o de una conducta exclusiva de un sólo sexo, ni siquiera en la vida psíquica". Así, "la inexistencia de una esencia femenina o masculina nos permite rechazar la supuesta 'superioridad' de uno u otro sexo, y cuestionar en lo posible si existe una forma 'natural' de sexualidad humana".

Ante tal situación, muchos delegados cuestionaron el término así como su inclusión en el documento. Sin embargo, la ex-diputada Abzug abogó férreamente en su favor:

"El concepto de 'género' está enclavado en el discurso social, político y legal contemporáneo. Ha sido integrado a la planificación conceptual, al lenguaje, los documentos y programas de los sistemas de las Naciones Unidas... los intentos actuales de varios Estados Miembros de borrar el término 'género' en la Plataforma de Acción y reemplazarlo por 'sexo' es una tentativa insultante y degradante de revocar los logros de las mujeres, de intimidarnos y de bloquear el progreso futuro".


El apasionamiento de Bella Abzug por incluir el término en Pekín llamó la atención de muchos delegados. Sin embargo, el asombro y desconcierto fue mayor luego que uno de los participantes difundiera algunos textos empleados por las feministas de género, profesoras de reconocidos Colleges y Universidades de los Estados Unidos. De acuerdo a la lista de lecturas obtenida por el delegado, las "feministas de género" defienden y difunden las siguientes definiciones:

- Hegemonía o hegemónico
: Ideas o conceptos aceptados universalmente como naturales, pero que en realidad son construcciones sociales.

- Desconstrucción
: La tarea de denunciar las ideas y el lenguaje hegemónico (es decir aceptados universalmente como naturales), con el fin de persuadir a la gente para creer que sus percepciones de la realidad son construcciones sociales.

- Patriarcado, Patriarcal
: Institucionalización del control masculino sobre la mujer, los hijos y la sociedad, que perpetúa la posición subordinada de la mujer.

- Perversidad polimorfa, sexualmente polimorfo
: Los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas del sexo opuesto por naturaleza, sino más bien por un condicionamiento de la sociedad. Así, el deseo sexual puede dirigirse a cualquiera.

- Heterosexualidad obligatoria: Se fuerza a las personas a pensar que el mundo está dividido en dos sexos que se atraen sexualmente uno al otro.

- Preferencia u orientación sexual
: Existen diversas formas de sexualidad -incluyendo homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y trasvestis- como equivalentes a la heterosexualidad.

- Homofobia
: Temor a relaciones con personas del mismo sexo; personas prejuiciadas en contra de los homosexuales. (El término se basa en la noción de que el prejuicio contra los homosexuales tiene sus raíces en el ensalzamiento de las tendencias homosexuales).

Estas definiciones fueron tomadas del material obligatorio del curso "Re-imagen del Género" dictado en un prestigioso College norteamericano. Asimismo, las siguientes afirmaciones corresponden a la bibliografía obligatoria del mismo:

"La teoría feminista ya no puede darse el lujo simplemente de vocear una tolerancia del 'lesbianismo' como 'estilo alterno de vida' o hacer alusión de muestra a las lesbianas. Se ha retrasado demasiado una crítica feminista de la orientación heterosexual obligatoria de la mujer".

"Una estrategia apropiada y viable del derecho al aborto es la de informar a toda mujer que la penetración heterosexual es una violación, sea cual fuere su experiencia subjetiva contraria."
Las afirmaciones citadas podrían parecer suficientemente reveladoras sobre la peligrosa agenda de los promotores de esta "perspectiva". Sin embargo, existen aún otros postulados que las "feministas de género" propagan cada vez con mayor fuerza:

"Cada niño se asigna a una u otra categoría en base a la forma y tamaño de sus órganos genitales. Una vez hecha esta asignación nos convertimos en lo que la cultura piensa que cada uno es -femenina o masculino-. Aunque muchos crean que el hombre y la mujer son expresión natural de un plano genético, el género es producto de la cultura y el pensamiento humano, una construcción social que crea la 'verdadera naturaleza' de todo individuo."

Es así que para las "feministas de género", éste "implica clase, y la clase presupone desigualdad. Luchar más bien por desconstruir el género llevará mucho más rápidamente a la meta"
.

El feminismo de género


Pero en qué consiste el "feminismo de género" y cuál es la diferencia con el comúnmente conocido feminismo. Para comprender más a profundidad el debate en torno al "término género", vale la pena responder a esta pregunta.

El término "feministas de género" fue acuñado en primer lugar por Christina Hoff Sommers en su libro "Who Stole Feminism?" ("¿Quién se robó el Feminismo?"), con el fin de distinguir el feminismo de ideología radical surgido hacia fines de los 60's, del anterior movimiento feminista de equidad.

Aquí las palabras de Hoff Sommers:

"El feminismo de equidad es sencillamente la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos. Una feminista de equidad quiere para la mujer lo que quiere para todos: tratamiento justo, ausencia de discriminación. Por el contrario, el feminismo del 'género' es una ideología que pretende abarcarlo todo, según la cual la mujer norteamericana está presa en un sistema patriarcal opresivo. La feminista de equidad opina que las cosas han mejorado mucho para la mujer; la feminista del 'género' a menudo piensa que han empeorado. Ven señales de patriarcado por dondequiera y piensan que la situación se pondrá peor. Pero esto carece de base en la realidad norteamericana. Las cosas nunca han estado mejores para la mujer que hoy conforma 55% del estudiantado universitario, mientras que la brecha salarial continúa cerrándose"
.

Al parecer, este "feminismo de género" tuvo una fuerte presencia en la Cumbre de Pekín. Así lo afirma Dale O'Leary, autora de numerosos ensayos sobre la mujer y participante en la Conferencia de Pekín, quien asegura que durante todas las jornadas de trabajo, aquellas mujeres que se identificaron como feministas abogaron persistentemente por incluir la "perspectiva del género" en el texto, por la definición de "género" como 'roles socialmente construidos' y por el uso de "género" en sustitución de 'mujer' o de masculino y femenino.

De hecho todas las personas familiarizadas con los objetivos del "feminismo de género", reconocieron inmediatamente la conexión entre la mencionada ideología y el borrador del "Programa de Acción" del 27 de febrero que incluía propuestas aparentemente inocentes y términos particularmente ambiguos.

Neo Marxismo

En palabras de Dale O'Leary,
la teoría del "feminismo de género" se basa en una interpretación neo-marxista de la historia. Comienza con la afirmación de Marx, de que toda la historia es una lucha de clases, de opresor contra oprimido, en una batalla que se resolverá solo cuando los oprimidos se percaten de su situación, se alcen en revolución e impongan una dictadura de los oprimidos. La sociedad será totalmente reconstruida y emergerá la sociedad sin clases, libre de conflictos, que asegurará la paz y prosperidad utópicas para todos.

O'Leary agrega que Frederick Engels fue quien sentó las bases de la unión entre el marxismo y el feminismo. Para ello cita el libro "El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado", escrito por el pensador alemán en 1884 en el que señala:

"El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino"


Según O'Leary, los marxistas clásicos creían que el sistema de clases desaparecería una vez que se eliminara la propiedad privada, se facilitara el divorcio, se aceptara la ilegitimidad, se forzara la entrada de la mujer al mercado laboral, se colocara a los niños en institutos de cuidado diario y se eliminara la religión. Sin embargo, para las "feministas de género", los marxistas fracasaron por concentrarse en soluciones económicas sin atacar directamente a la familia, que era la verdadera causa de las clases.

En ese sentido, la feminista Shulamith Firestone afirma la necesidad de destruir la diferencia de clases, más aún la diferencia de sexos:

"... asegurar la eliminación de las clases sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y se apodere del control de la reproducción; se restaure a la mujer la propiedad sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino de la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como todas las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de niños. Y así como la meta final de la revolución socialista era no sólo acabar con el privilegio de la clase económica, sino con la distinción misma entre clases económicas, la meta definitiva de la revolución feminista debe ser igualmente -a diferencia del primer movimiento feminista- no simplemente acabar con el privilegio masculino sino con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importarían culturalmente"


Cuando la Naturaleza estorba


Es claro pues que para esta nueva "perspectiva de género", la realidad de la naturaleza incomoda, estorba, y por tanto, debe desaparecer. Al respecto, la propia Shulamith Firestone decía:


"
Lo 'natural' no es necesariamente un valor 'humano'. La humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza; ya no podemos justificar la continuación de un sistema discriminatorio de clases por sexos sobre la base de sus orígenes en la Naturaleza. De hecho, por la sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de ella"

Para los apasionados defensores de la "nueva perspectiva", no se deben hacer distinciones porque cualquier diferencia es sospechosa, mala, ofensiva. Dicen además que toda diferencia entre el hombre y la mujer es construcción social y por consiguiente tiene que ser cambiada. Buscan establecer una igualdad total entre hombre y mujer, sin considerar las naturales diferencias entre ambos, especialmente las diferencias sexuales; más aún, relativizan la noción de sexo de tal manera que, según ellos, no existirían dos sexos, sino más bien muchas "orientaciones sexuales".

Así, los mencionados promotores del "género" no han visto mejor opción que declararle la guerra a la naturaleza y a las opciones de la mujer. Según O'Leary, las "feministas de género" a menudo denigran el respeto por la mujer con la misma vehemencia con que atacan el irrespeto, porque para ellas el "enemigo" es la diferencia.

Sin embargo, es evidente que no toda diferencia es mala ni mucho menos irreal. Tanto el hombre como la mujer -creados a imagen y semejanza de Dios- tienen sus propias particularidades naturales que deben ser puestas al servicio del otro, para alcanzar un enriquecimiento mutuo.
Esto, claro está, no significa que los recursos personales de la femineidad sean menores que los recursos de la masculinidad; simplemente significa que son diferentes.

En tal sentido, si aceptamos el hecho de que hombre y mujer son diferentes, una diferencia estadística entre hombres y mujeres que participen en una actividad en particular, podría ser más que una muestra de discriminación, el simple reflejo de esas diferencias naturales entre hombre y mujer.

No obstante, ante la evidencia de que estas diferencias son naturales, los propulsores de la "nueva perspectiva" no cuestionan sus planteamientos sino más bien atacan el concepto de naturaleza.
Además, consideran que las diferencias de "género", que según ellos existen por construcción social, fuerzan a la mujer a ser dependiente del hombre y por ello, la libertad para la mujer consistirá, no en actuar sin restricciones indebidas, sino en liberarse de "roles de género socialmente construidos". En ese sentido, Ann Ferguson y Nancy Folbre afirman:

"... las feministas deben hallar modos de apoyo para que la mujer identifique sus intereses con la mujer, antes que con sus deberes personales hacia el hombre en el contexto de la familia. Esto requiere establecer una cultura feminista revolucionaria auto-definida de la mujer, que pueda sostener a la mujer, ideológica y materialmente 'fuera del patriarcado'. Las redes de soporte contra-hegemónico material y cultural pueden proveer substitutos mujer-identificados de la producción sexo-afectiva patriarcal, que proporcionen a las mujeres mayor control sobre sus cuerpos, su tiempo de trabajo y su sentido de sí mismas."

Con dicho fin, Ferguson y Folbre diseñan 4 áreas claves de "ataque":

1) Reclamar apoyo económico oficial para el cuidado de niños y los derechos reproductivos.
2) Reclamar libertad sexual, que incluye el derecho a la preferencia sexual (derechos homosexuales/lesbianos).
3) El control feminista de la producción ideológica y cultural (es importante porque la producción cultural afecta los fines, el sentido de sí mismo, las redes sociales y la producción de redes de crianza y afecto, amistad y parentesco social).
4) Establecer ayuda mutua: sistemas de apoyo económico a la mujer, desde redes de identificación única con la mujer, hasta juntas de mujeres en los sindicatos que luchen por los intereses femeninos en el trabajo asalariado.

Una buena excusa: La mujer


Luego de revisar la peculiar "agenda feminista", Dale O'Leary evidencia que el propósito de cada punto de la misma no es mejorar la situación de la mujer, sino separar a la mujer del hombre y destruir la identificación de sus intereses con los de sus familias. Asimismo, agrega la experta, el interés primordial del feminismo radical nunca ha sido el de mejorar directamente la situación de la mujer ni aumentar su libertad. Por el contrario, para las feministas radicales activas, las mejoras menores pueden obstaculizar la revolución de clase sexo/género.

Esta afirmación es confirmada por la feminista Heidi Hartmann que radicalmente afirma:
"La cuestión de la mujer nunca ha sido la 'cuestión feminista'. Esta se dirige a las causas de la desigualdad sexual entre hombres y mujeres, del dominio masculino sobre la mujer"

No en vano, durante la Conferencia de Pekín, la delegada canadiense Valerie Raymond manifestó su empeño en que la cumbre de la mujer se abordara paradójicamente "no como una 'conferencia de la mujer'" sino que "los temas debían enfocarse a través de una 'óptica de género'".

Así, dice O'Leary, la "nueva perspectiva" tiene como objeto propulsar la agenda homosexual/lesbiana/bisexual/transexual, y no los intereses de las mujeres comunes y corrientes.

Roles socialmente construidos


Para tratar este punto, tomemos la definición de "género" señalada en un volante que fuera circulado en la Reunión del ComPrep (Comité Preparatorio de Pekín) por partidarias de la perspectiva en cuestión.

"Género se refiere a los roles y responsabilidades de la mujer y del hombre que son determinados socialmente. El género se relaciona a la forma en que se nos percibe y se espera que pensemos y actuemos como mujeres y hombres, por la forma en que la sociedad está organizada, no por nuestras diferencias biológicas".

Vale señalar que el término 'rol' distorsiona la discusión. Siguiendo el estudio de O'Leary, el 'rol' se define primariamente como: parte de una producción teatral en la cual una persona, vestida especialmente y maquillada, representa un papel de acuerdo a un libreto escrito. El uso del término 'rol' o de la frase 'roles desempeñados' transmite necesariamente la sensación de algo artificial que se le impone a la persona.

Cuando se sustituye 'rol' por otro vocablo -tal como vocación-, se pone de manifiesto cómo el término 'rol' afecta nuestra percepción de identidad. Vocación envuelve algo auténtico, no artificial, un llamado a ser lo que somos. Respondemos a nuestra vocación a realizar nuestra naturaleza o a desarrollar nuestros talentos y capacidades innatos. En ese sentido, por ejemplo, O'Leary destaca la vocación femenina a la maternidad, pues la maternidad no es un 'rol'.

Cuando una madre concibe a un hijo, emprende una relación de por vida con otro ser humano.
Esta relación define a la mujer, le plantea ciertas responsabilidades y afecta casi todos los aspectos de su vida. No está representando el papel de madre; es una madre. La cultura y la tradición ciertamente influyen sobre el modo en que la mujer cumple con las responsabilidades de la maternidad, pero no crean madres, aclara O'Leary.

Sin embargo, los promotores de la "perspectiva de género" insisten en decir que toda relación o actividad de los seres humanos es resultado de una "construcción social" que otorga al hombre una posición superior en la sociedad y a la mujer una inferior. Según esta perspectiva, el progreso de la mujer requiere que se libere a toda la sociedad de esta "construcción social", de modo que el hombre y la mujer sean iguales.

Para ello, las "feministas de género" señalan la urgencia de "desconstruir estos roles socialmente construidos", que según ellas, pueden ser divididos en tres categorías principalmente:

- Masculinidad y Feminidad. Consideran que el hombre y la mujer adultos son construcciones sociales; que en realidad el ser humano nace sexualmente neutral y que luego es socializado en hombre o mujer. Esta socialización, dicen, afecta a la mujer negativa e injustamente. Por ello, las feministas proponen depurar la educación y los medios de comunicación de todo estereotipo y de toda imagen específica de género, para que los niños puedan crecer sin que se les exponga a trabajos "sexo-específicos".

- Relaciones familiares: padre, madre, marido y mujer. Las feministas no sólo pretenden que se sustituyan estos términos "género-específicos" por palabras "género-neutrales", sino que aspiran a que no haya diferencias de conducta ni responsabilidad entre el hombre y la mujer en la familia. Según Dale O'Leary, ésta es la categoría de "roles socialmente construidos" a la que las feministas le atribuyen mayor importancia porque consideran que la experiencia de relaciones "sexo-específicas" en la familia son la principal causa del sistema de clases "sexo/géneros".

- Ocupaciones o profesiones. El tercer tipo de "roles socialmente construidos" abarca las ocupaciones que una sociedad asigna a uno u otro sexo.

Si bien las tres categorías de "construcción social" ya podrían ser suficientes, el repertorio de las "feministas de género" incluye una más: la reproducción humana que, según dicen, también es determinada socialmente. Al respecto, Heidi Hartmann afirma:

"La forma en que se propaga la especie es determinada socialmente. Si biológicamente la gente es sexualmente polimorfa y la sociedad estuviera organizada de modo que se permitiera por igual toda forma de expresión sexual, la reproducción sería resultado sólo de algunos encuentros sexuales: los heterosexuales. La división estricta del trabajo por sexos, un invento social común a toda sociedad conocida, crea dos géneros muy separados y la necesidad de que el hombre y la mujer se junten por razones económicas. Contribuye así a orientar sus exigencias sexuales hacia la realización heterosexual, y a asegurar la reproducción biológica. En sociedades más imaginativas, la reproducción biológica podría asegurarse con otras técnicas."

(Tomado de http://21generismo.blogspot.com/2009/10/2-la-ideologia-de-genero-sus-peligros-y.html)

sábado, 11 de agosto de 2012

(2) La mujer cristiana




Hasta ahora hemos visto la emancipación y la dignidad de la mujer llevada a cabo por algunos principios generales del cristianismo, principios sublimes dignos de la eterna sabiduría de un Dios. Pero la ley del Crucificado miró con especial cariño la condición social de nuestra compañera; y, en este punto, el mismo Redentor sacó las consecuencias de sus doctrinas. El mismo aplicó a la mujer sus principios regeneradores. Y el medio principal de que se valió para conseguir su objeto fue dar todo el realce y toda la santidad posible a la institución sacrosanta, por la cual se unen las dos mitades del género humano para no formar más que un solo y mismo ser La augusta majestad del sacramento fue desde entonces divina ceremonia religiosa, que rodeó de celestial pureza el instante solemne en que una criatura entrega a otra la propiedad de su cuerpo y el cariño de su alma: los cónyuges se unieron en el seno de Dios ; el matrimonio se celebró en el cielo y se consumó en la tierra. El cielo fue invocado como testigo y depositario del compromiso más solemne que contrae el hombre en la vida; y a los pies del santuario, en el misterio de la Divinidad con la bendición del sacerdote, entre admirables plegarias invocando la gracia divina, se realizó el acto que mejor simboliza en la tierra el prodigio de la creación: prodigio él también, incomprensible, inexplicable, que como en los días de la formación de los mundos saca del caos de la nada nuevos seres inteligentes y libres, nuevas imágenes vivas del Supremo Hacedor, nuevas criaturas que en alas de la razón podrán elevarse a la contemplación divina, y en alas de la espiritualidad de su alma irán a perderse en el seno del Altísimo y vivirán allí vida inmortal en el transcurso infinito de los siglos.

¡Qué diferencia entre el sacramento cristiano y el matrimonio “per coemptio” y “per usus” del paganismo! ¡Qué diferencia tan profunda entre esta augusta majestad del matrimonio sacramento y las mismas solemnidades religiosas de la antigua “confarreatio”. En adelante, ni aun como mera ficción legal podrán ya aplicarse al matrimonio las doctrinas de la prescripción y de la compraventa; en vano pretenderá el hombre fundar en ellas sus derechos de esposo; si otras solemnidades más augustas no vienen a santificar sus afectos, la compañera de su vergonzoso extravío merecerá cuando más el nombre de concubina, jamás el título de esposa. Desaparecen las ceremonias simbólicas del rapto, los simbólicos recuerdos de la tiranía marital que encontrábamos en el antiguo matrimonio religioso de los pueblos paganos. Ahora el sacerdote bendiciendo a los nuevos esposos,  dice al marido que le entrega en su mujer una compañera y no una sierva, y recuerda a la mujer que es el marido su protector y su amparo, les repite a ambos que Dios ha unido sus destinos en la eternidad y quedan en adelante unidos por los vínculos más fuertes y poderosos que pueden estrecharlos en la tierra.

El principio de la igualdad universal es el primero que el Evangelio aplica a la institución del matrimonio al proclamar la igualdad del siervo y del señor, del pobre y del magnate, del esclavo y del tirano, del oprimido y del opresor, proclamó también la igualdad del marido y de la mujer. La esposa, antes sometida en su persona y en sus bienes, la arbitrariedad al despotismo del marido que sobre ella tenía derecho de vida y muerte se convierte en la compañera inseparable del hombre que le consagró sus destinos. El Evangelio les ha dado distinta misión en la familia, pero iguales derechos, idénticos deberes. Así es que antes la mujer abandonaba su familia para entrar en la del marido, y ahora el varón abandonará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y ambos formarán una nueva familia, un nuevo hogar.

« Lo que la ley divina prohíbe a uno de los cónyuges, dice San Jerónimo, es obligatorio para ambos. Distintas de las leyes de los Cesares son las leyes de Cristo, distintos los preceptos del Papiniano y los del apóstol Pablo. Los paganos dan rienda suelta a las impúdicas pasiones del hombre, le permiten el adulterio con tal que no lo perpetre con mujer casada, le dejan violar el pudor de las esclavas, y consienten que se cubra de infamia en las casas de meretrices. Entre nosotros, Por el contrario, lo que no puede hacer la mujer tampoco puede hacerlo el hombre: idénticos son los deberes de ambos esposos ».

Los pueblos de la antigüedad únicamente castigaban el adulterio de la mujer; aparece el Evangelio, y también se castiga el adulterio del marido. « Que aquel de vosotros que esté sin pecado tire la primera piedra», dice la ley de Cristo; y así el varón y la mujer se ven igualados en la perversidad del delito, del mismo modo que en los merecimientos de la virtud. Iguales entre sí el padre y la madre, ejercen con igual autoridad los deberes de la patria potestad; los hijos les deben igualmente respeto, obediencia, cariño y veneración.

(Tomado de "El matrimonio: su Ley Natural, su historia, su importancia social" de Joaquín Sánchez de Toca Calvo )

viernes, 10 de agosto de 2012

(1) La mujer cristiana



El amor no existió entre los hombres antes de la venida del Mesías; la mujer vivió sin él en aquellas sociedades infortunadas, cual mísera flor de la naturaleza, que, falta de ambiente, apenas descubre en sus pálidos pétalos los vivos reflejos con que la adornó el Hacedor Supremo. ¿Qué fue, en efecto, el amor antes del cristianismo? No descubramos lo que fue en Oriente, porque aquél es antro de grosera sensualidad y de brutales pasiones de los sentidos. En Grecia y en Roma es un insulto a la naturaleza, o un torpe deleite. Los amores impúdicos de Córidon y Alexis cantados por Virgilio imperan allí casi como instituciones sociales. El espartano, antes de escoger esposa, empieza embruteciéndose con un vicio infame que degrada al amante y al amado; Arístides y Temístocles se disputan con furor las caricias de Estesileo de Ceos; Fidias graba el nombre de su favorito en el dedo del Júpiter Olímpico que ha de recibir las adoraciones de toda la Grecia; la legión tebana está más unida aún por los lazos de repugnante depravación que por el espíritu de cuerpo y por la gloria, de las armas. Alejandro avergüenza a sus soldados con sus escandalosas familiaridades con el eunuco Bágoas. Y anualmente sobre la tumba de Diocles, la Grecia ciñe con una corona las sienes del joven más disoluto. 

Los romanos superan aún a los griegos en las torpezas de sus vicios; amor significa entre ellos libertinaje: «Sine Cerere et Bacho friget Venus» es un proverbio a cada instante repetido; y cierto grave historiador al querer pintar los desórdenes de Nerón, dice que daba banquetes, se embriagaba y amaba. ¿Quién ignora las Spintrae de Tiberio y los incestos de Calígula? ¿Quién no ha oído hablar de las liviandades de Nerón y de sus infamias con Esporo? ¿Quién no se ha estremecido de horror al leer las abominaciones con que Heliogábalo manchaba su tálamo é infamaba la sangrienta púrpura de los emperadores? La naturaleza humana nunca se vio tan ultrajada como en los tiempos del Imperio; y las obscenidades que consentía la sociedad romana debe ocultarlas eternamente la historia por deber de moralidad. La antigüedad sensual y liviana amó el cuerpo, la materia, y olvidó el alma, el espíritu; no dirigió a la mujer sino torpes miradas de sensualidad, vio tan sólo en ella el instrumento del mayor deleite de los sentidos, y la encerró esclava en un serrallo o bien la prostituyó en el templo y en la plaza pública. Si alguna vez le tributó culto, dirigió sus adoraciones a la hermosura del rostro, a las formas bellísimas de su cuerpo. La contempló con idea impura, y despreció otra belleza mayor que se refleja en la tersa frente, pero que no es la de los sentidos: belleza divina, incomparable, que como el pensamiento vive sin formas, sin colores, no está, sujeta a las imperfecciones de la materia y es la flor del mundo moral; belleza ideal, celeste, cuyo embriagador aroma es el consuelo, la esperanza y la vida de la vida humana, e iguala en esplendor la hermosura del cielo claro, sereno, tranquilo lleno de la majestad del Dios creador y omnipotente. 

Cuando la mujer ha cimentado su condición social tan sólo en la belleza del cuerpo, su emancipación será incompleta y su reinado efímero: durará lo que dure su hermosura; adorada hoy, mañana será despreciada, y después no tardará en pudrirse en la tumba al escabel de su fortuna; durará su culto lo que dure la belleza de su rostro, belleza de un día que pasa como el pájaro por los aires sin dejar huella alguna de su vuelo fugaz, belleza efímera que como suave aroma se desvanece como impalpable sombra en cuanto se eclipsa el sol de la juventud. El cristianismo corrigió desde el primer día de su existencia el error fatal de la antigüedad. El pudor, hasta entonces ultrajado en el harem, en los templos, en el teatro, en las reuniones y en las asambleas populares, en el ágora y en el foro; burlado y escarnecido en los altares; eliminado de entre los atributos de la Divinidad, se convierte en el adorno más bello de la mujer, ennoblece a la compañera del hombre y le da la dignidad de la virtud y el encanto de la inocencia. A los tipos de corrupción y de infamia, los símbolos obscenos del paganismo, sustituye el ideal sublime de una mujer incomparable, virgen y madre a un mismo tiempo, sin mancha en su blanco hábito virginal, y que con una celestial mirada purifica el corazón del hombre y le convierte para siempre a la virtud. La mujer, tal como la presenta la doctrina de Cristo, es la obra más bella, es el diamante del Evangelio. Virtuosa y pura en su cariño cuando con el amor vibran las fibras de su corazón, es una armonía viva, una imagen viva del cielo. Impotentes son los esfuerzos que contra ella dirige el vicio; impotentes los bramidos de las pasiones; erguida la frente lucha impasible contra los apetitos groseros y los torpes instintos de la naturaleza humana, y vierte con profusión sobre la tierra los santos placeres y los puros goces de los afectos de familia. El Evangelio descubrió a los hombres el carácter verdadero del amor: la virtud y no el deleite fue la base de toda unión matrimonial; se unieron los cuerpos porque se amaron las almas, y la mujer recobró al instante por medio del pudor su legítima autoridad y su hasta entonces despreciada dignidad. 

(Tomado de "El matrimonio: su Ley Natural, su historia, su importancia social" de Joaquín Sánchez de Toca Calvo )

España 1936-1939. Persecusión a la Iglesia Católica

En el año de 1931 con la proclamación de la segunda República española se inicia para la Iglesia Católica un periodo de sangrienta persecusión que se vuelve enteramente "satánica" a partir de 1936. Durante tres años los católicos españoles, clero y seglares, fueron martirizados de las formas más crueles y despiadadas. El presente documental busca recuperar un poco esa historia tan olvidada por muchos.


martes, 7 de agosto de 2012

(2) EL MATRIMONIO




Hijo de la naturaleza humana, el matrimonio tiene su origen en los designios del Supremo Hacedor; y en ciertas épocas de nuestra existencia surge en nosotros su ley eterna, con la espontaneidad de un sentimiento ingénito de nuestro ser, y con la fuerza irresistible de una pasión ardiente, insaciable, cuyos furiosos arrebatos sólo cesarán con la tranquila posesión del objeto amado. Esta pasión constituye en su desarrollo sucesivo una de las leyes más admirables del universo. En ella se encierran los arcanos de nuestros destinos; aspiración vehemente del corazón hacia la felicidad suprema, suspiro del alma hacia lo infinito, causa no pocas veces crueles amarguras, terribles desencantos.

Cuando empiezan los días primeros de la juventud, brota en el pecho del adolescente un sentimiento vago, indefinible, inquieto; se embriaga en dulces ensueños su corazón, pensamientos desconocidos divagan por su mente, y al mismo tiempo se forma en torno suyo un vacío inmenso, que en vano intentan llenar los afectos de familia y la presencia consoladora de la amistad. En la primavera de la vida se ve asaltado por triste amargura y profunda melancolía; y exaltada la fantasía, hirviendo el corazón, extiende su vista por el mundo, busca, perdido de ilusión en ilusión, de ensueño en ensueño, ese algo misterioso que ha de devolver la alegría a su alma, llenando el hondo abismo que se ha abierto a sus pies; busca la mitad de su vida que le falta, busca el ser ideal a quien ha de consagrar todos sus afectos, a quien ha de amar en la eternidad. Pero nada de lo que ha visto satisface sus ensueños de felicidad; y replegándose su corazón sobre sí mismo, se consume amoroso en una pasión que aún no ha encontrado objeto, y su mente en delirio fantasea seres misteriosos y sombras seductoras, que se condensan y se disipan, pero que siempre se desvanecen fugaces cuando intenta estrecharlas en sus brazos. Un día, al fin, se cruzan sus miradas con las de otro ser, que, como él, vivía entre soñadas ilusiones y corría ardiente en pos de vanas sombras, dirigiendo también sus ojos inquietos allá hacia los horizontes misteriosos del porvenir de la vida; mudos se contemplaron un instante, y en el acto se separaron; pero lo que entonces se dijeron sus ojos, lo comprende el pensamiento, mas no lo expresa el lenguaje ; sus almas se abrazaron en un misterio de amor y se unieron en la eternidad.

Desde aquel momento se apoderó de los dos seres la duda, la incertidumbre y la ansiedad; se complació su mente en forjarse temores, sospechas, envidias; se hicieron mártires de sus celos, comprendieron que entre ellos existía cierto misterioso atractivo, pero largo tiempo dudaron si sería delirio de su imaginación o ilusión de los sentidos. Volvieron a encontrarse, volvieron a verse, sus miradas se expresaron de nuevo el fuego de sus sentimientos, y entonces se llenó su corazón, y ya no reinó en su mente más que una sola idea; y embriagados de esperanza olvidaron su familia, sus amigos, los lazos todos terrenos, y vivieron en un mundo ideal, felices con una sonrisa, dichosos con una mirada, extasiados con una promesa, comunicándose constantemente sus aspiraciones ideales, y contemplando sin cesar su felicidad futura al través del prisma de su felicidad presente.

Se realizaron, al fin, sus ilusiones; cesaron entonces los violentos arrebatos, y reinó en su corazón el tierno y sosegado amor conyugal, que goza tranquilo el bien tan ardientemente deseado, y une para siempre dos almas que juntas sufrieron unas mismas tormentas y juntas disfrutarán de los mismos placeres. Con este carácter se presenta en nosotros la pasión más vehemente y profunda que agita el corazón humano, el sentimiento indefinible que une nuestro destino a los destinos de la mujer, y que generalmente llamamos amor, figurándose que es el amor por excelencia, porque es el que con más fuerza arde en nuestro pecho.

Cuando penetra en nosotros el amor, se apodera de todo nuestro ser, conmueve el espíritu, ilusiona los sentidos y enardece todas nuestras facultades, la imaginación y la razón, el corazón y el entendimiento; nos exalta, nos eleva y nos descubre mejor que otro sentimiento cualquiera los misterios de nuestra existencia y de nuestro providencial porvenir, revelándonos que no consiste la felicidad de nuestra vida en el gozo de un día, sino en los afectos del alma, en las aspiraciones del verdadero cariño. Variable por su esencia, se presenta siempre bajo un nuevo aspecto; cambia a cada instante de forma, inocente y candoroso en los corazones sencillos, vehemente y apasionado en las almas ardientes, celoso y contemplativo, cuando se une a una exagerada sensibilidad; inexplicable sentimiento de pura amistad, cuando sólo vive de admiración, inspira siempre para con el ser amado un culto verdadero de veneración y respeto. Nace unas veces con una mirada, otras es el producto de larga intimidad; crece con el deber, aumenta con los obstáculos, se desvanece o se engríe con la larga ausencia, y se disipa o se embellece con la inmensidad de la distancia.

La belleza, la virtud, el heroísmo, los hechizos del corazón, los encantos del alma, los rasgos nobles y heroicos son sus mayores incentivos; pero también lo son y con frecuencia los mismos defectos y hasta el mismo vicio. Entonces su efecto más desastroso en nosotros es el de faldear nuestro juicio en todo lo que se refiere la persona querida, oscurece el sentimiento moral, nos presenta lo malo y lo feo con el aspecto y el colorido de lo bello y de lo bueno, nos presenta también el vicio como una cualidad, casi como una virtud, y sus funestas inspiraciones nos arrastran a pesar nuestro a perpetrar actos reprobados por la conciencia, contrarios a la honradez y al decoro, que ofenden y envilecen nuestra dignidad, y que nosotros mismos seriamos los primeros en censurar si tuviéramos serenidad para juzgarlos con frialdad completa. Así como el amor puro e ideal, el amor que dirige su culto a un objeto digno de aprecio sincero y de verdadera veneración embellece y fortifica el alma, así también un amor ignominioso y depravado ahoga en nuestro pecho todo ideal, destruye el germen de toda virtud.

(Tomado de "El matrimonio: su Ley Natural, su historia, su importancia social" de Joaquín Sánchez de Toca Calvo )

(1) EL MATRIMONIO


El matrimonio

El matrimonio, fundamento indispensable de todo vínculo legítimo de parentesco, es la base primera de la familia y de toda sociedad civil, la primera sociedad humana que ha conocido la tierra y el vínculo misterioso, que uniendo a dos seres de la misma naturaleza, ha perpetuado constantemente en el mundo la descendencia admirable del rey de la creación. En su santuario busca la mujer el título sagrado de madre, el hombre el cariño inefable de su compañera, las delicias y el orgullo de la paternidad, y el género humano el secreto divino de la transmisión de su existencia. Inapreciable don del cielo, es el matrimonio el molde ideal donde se unen dos corazones para no formar más que una misma carne, un mismo espíritu, un mismo ser, hacer comunes sus penas y sus tristezas, sus felicidades y sus desdichas, cumplir juntos su destino en la tierra y perpetuar su cariño más allá de la tumba, dejando en el mundo nuevos seres semejantes a ellos, que con respeto recordarán su augusta memoria. Nada hay comparable con esta sorprendente unión de las dos mitades del género humano, con este celestial e indisoluble enlace, que completa la humanidad en los lazos de puro y providencial amor.

El hombre, para cumplir su misión en el mundo, necesita confiar a la mujer el cuidado y los desvelos del hogar; necesita, después de los trabajos incesantes del día, hallar consuelo y ternura en el santuario doméstico; necesita hallar un corazón que lata al mismo tiempo que el suyo, y que no tenga otras aspiraciones, otros deseos, otra gloria, otra ambición que su mayor ventura y su felicidad sin término; necesita también el amor y la vida de la mujer, no sólo por la ternura que halla siempre en su pecho y por el cariño ideal que sus encantos hacen germinar en el fondo del alma, sino hasta por los mismos desvelos y los sacrificios heroicos que le impone.

Sin el cariño, en fin, de la mujer, el hombre vive triste y taciturno en el mundo, envuelto en sombría soledad; combatido por desenfrenadas pasiones, juguete de las adversidades, el dolor y la amargura arrancan de su pecho crueles y profundos lamentos, y no tiene un corazón amante a quien confiar sus penas, una mirada de cariño donde ampararse en la hora del infortunio; la muerte le arrebató el amor de sus padres, dejó su hogar desierto, sembró en torno suyo la soledad; y ve pasar los días de su vida sin esperanza, sin consuelo, devorado por sentimientos egoístas, por sensaciones groseras. Pero al fin convierte sus miradas hacia su compañera, y la mujer le comunica sus ensueños, sus presentimientos, sus intuiciones divinas, le descubre horizontes sin término de felicidad infinita, le subyuga, le encadena, le fascina, y en cambio le da hogar, familia y amor, devuelve a su corazón la alegría, reanima en su alma la esperanza.

Más débil y más delicada que el hombre, la mujer sola en el mundo es a su vez como la flor que brota solitaria en medio de los campos desiertos; el soplo de la tormenta destroza su tallo esbelto y frágil, los ardores del sol destruyen los matices de su hermosura, se marchita, languidece y muere; necesita también el apoyo de una mano amante, necesita cobijarse bajo el cariño de un ser querido a quien consagre toda su existencia, a quien confíe todos sus pesares, sus más íntimos sentimientos, sus más ocultos deseos, y el hombre al instante le ofrece su protección y su amparo, le convida a unir para siempre sentimientos , aspiraciones y destinos; y ambos se juran eterno amor para combatir unidos las tristezas de la vida.


(Tomado de "El matrimonio: su Ley Natural, su historia, su importancia social" de Joaquín Sánchez de Toca Calvo )

domingo, 5 de agosto de 2012

La indisolubilidad del matrimonio




Ardua y difícil se presenta desde luego la cuestión, pues contra la indisolubilidad del vínculo matrimonial ha estallado hoy más que nunca en las regiones del derecho y de la filosofía una verdadera tormenta que de día en día crece, se enfurece, se presenta terrible e imponente, y negra y aciaga amenaza destruir con sus violentos torbellinos la más sagrada de las instituciones sociales. En los países en donde aún los legisladores no se han hecho eco de los sofismas sostenidos por jurisconsultos y filósofos, se siente en las masas una viva inquietud, a cada instante resuena entre ellas una maldición o un anatema horrible lanzado contra la indisolubilidad del matrimonio, « ficción inhumana, delirio cruel, que obliga a vivir bajo un mismo techo a dos seres que mutuamente se odian, y da a los deberes de la fidelidad conyugal una  duración más larga que la de los vínculos del amor. » Así es que en otro tiempo hubieran bastado para demostrar la indisolubilidad del matrimonio las breves razones que expuse al sentar cada uno de los principios de la ley natural sobre esta institución; pero en hoy se hace precisa mayor amplitud al tratar de este asunto.

El matrimonio es por su naturaleza perpetuo e indisoluble; tal axioma lleva escrito el hombre en su corazón en el momento solemne de unirse en conyugal consorcio: axioma evidente de por sí, pero que admite, sin embargo, infinitas pruebas en su confirmación.

Dios ha puesto en el corazón humano un misterioso atractivo, un poderoso sentimiento que le impele hacia el matrimonio: por la fuerza de  este sentimiento se une con otro ser semejante a él; y una vez formada por el amor la sociedad conyugal, surge el deber como complemento y apoyo del amor y como necesario elemento de la nueva sociedad. Pues bien; si demostramos que el amor conyugal es por su naturaleza perpetuo, y que el mismo carácter tienen los deberes matrimoniales, habremos demostrado que la institución es también perpetua e indisoluble por su naturaleza.

Tan característico aparece el deseo de la perpetuidad en el amor verdadero, que sin él no podríamos comprender la existencia de esta pasión. El amigo ama al amigo con el fin de quererle perpetuamente; el padre ama a su hijo con la intención de quererle constantemente; el marido ama a su esposa con el firme deseo de amarla en la eternidad. Ved, si no, cuál es la primera promesa que se hacen dos amantes; empiezan siempre jurándose eterno amor; y la misma promesa formula el seductor al quererse encubrir hipócrita con el manto fingido de la verdadera pasión. El verdadero amor, el amor puro del alma, busca instintivamente la eterna duración, y se presenta siempre en el corazón como vehemente suspiro hacia lo infinito. Insaciable por naturaleza, no se contenta con el abrazo de un momento, ni con los días breves y fugaces de la vida terrena, no puede conformarse con la idea de la muerte, y anhelante dirige constantemente sus miradas hacia la inmortalidad. Vivir eternamente junto al objeto amado; tal es su aspiración suprema. Y cuando la frialdad de la tumba le separó del ser querido se arrodilla junto a la losa del sepulcro y vive melancólico en el mundo de la esperanza. Por eso en el amor impuro, en el amor que halaga únicamente los sentidos nunca nos hallamos satisfechos; nos embriagamos en sensuales placeres, nos hastiamos en materiales goces, satisfacemos todos nuestros deseos, todos nuestros caprichos, y, sin embargo , deseamos siempre, sentimos en nosotros profundo vacío , nos abruma indefinible tristeza, y es porque habiendo prostituido la pasión más noble de nuestra alma, nuestros depravados instintos nos alejan de la constancia y de la eterna fidelidad del cariño. Quitad al amor el deseo de la perpetuidad, privadle del sentimiento de lo infinito, y lo habréis convertido en apetito grosero, en liviano desenfreno. La eternidad del cariño y del afecto constituye por lo tanto el ideal supremo del amor verdadero y el dorado ensueño de sus aspiraciones. No puede haber amor donde no existe el deseo de amar perpetuamente. Y de aquí podemos, por consiguiente, deducir un primer principio en favor de la indisolubilidad del matrimonio, diciendo que la promesa de eterna fidelidad que mutuamente se hacen el marido y la mujer al tiempo de formar la sociedad conyugal, lejos de ser contraria a la naturaleza del amor realiza su más ideal aspiración.

Veamos ahora si los deberes matrimoniales son también perpetuos. Desde luego se presenta una razón, breve por cierto, pero clara y concluyente. Los deberes matrimoniales tienen por objeto el cumplimiento de los fines de la sociedad conyugal, y estos fines son perpetuos, luego perpetuos deben ser también los deberes. El niño al nacer se ve rodeado de necesidades, de miserias; incapaz de subsistir por sí solo, ha menester que sus padres alimenten el soplo de vida que alienta en su cuerpo tan frágil; ha menester de las tiernas solicitudes, de las caricias, de las miradas de su madre; su cuna ha de mecerse en medio del santuario doméstico, y apoyarse a la vez en el heroísmo incomparable de la madre y en la abnegación del cariño paterno. Pero mientras vela la madre sobre la cuna de su hijo, mientras le mantiene en la aurora de la existencia con su propia sangre, con su propia vida, ella también ha menester a su vez de un hombre que la proteja, que la cuide, que traiga al hogar el sustento, que sea en fin la providencia y el amparo de la madre y del niño. Y también después de estos días tan críticos, cuando se va formando luego la educación del hijo, seguirá siendo siempre necesaria la unión de los padres: la madre inculcará en su pecho los tiernos y generosos sentimientos, los conmovedores afectos; y el padre dotará su corazón de fuerza, valor, energía, le enseñará el cumplimiento heroico de todos los deberes.

Negar por lo tanto la indisolubilidad del matrimonio, convertir en pasajera y accidental la unión del varón y de su compañera, separar al padre y a la madre, más aún, hacer sólo posible esta separación, sería entregar la madre al completo desamparo, a la más profunda miseria; sería permitir al padre el desenfreno de todas las pasiones y sancionar sin remedio la muerte del hijo, o por lo menos destruir para siempre en él todos los gérmenes morales de su porvenir. Sintetizando este argumento sin réplica, podemos, por lo tanto, decir que entre los fines esenciales de la sociedad conyugal está la procreación y educación de los hijos. El hijo, para vivir, necesita del amparo de su padre y de su madre; necesita también para su educación el mutuo auxilio de sus padres; y esta necesidad es continua, perpetua: luego continua, perpetua, indisoluble debe ser la unión de los padres.

Y si del terreno de la razón abstracta pasamos al terreno de los sentimientos y de los afectos, veremos que allí también se multiplican las pruebas de la indisolubilidad del matrimonio. Hay en el ser humano un sentimiento que brota desde la infancia, crece con los años y alegra y embellece los días de la vejez; este sentimiento es el de la perpetuidad de los lazos de familia. En todas partes el apellido de familia, pendón de gloria y amor, une en un mismo hogar a las generaciones de hoy y a las generaciones que fueron, y estrecha en un mismo eterno abrazo a los miembros vivos de una familia, así como más tarde recogerá sus restos mortales bajo una misma losa sepulcral. Mueren los que se intitularon esposos, mueren aquellos que se llamaron hermanos; pero en el apellido familiar dejaron para siempre impreso el recuerdo de su mutuo amor, y sus descendientes venerarán su memoria, y el cariño que mutuamente se profesaron será el ejemplo que sus hijos se propongan por modelo. En una palabra, tan firme y arraigado convencimiento tiene el hombre de que los afectos y vínculos de familia son eternos, tan grato es siempre para él este sentimiento de su corazón que en él busca a cada instante un consuelo, y cuando se ve rodeado de amargura en él confía y en él espera. Y si tan arraigado y tan profundo se halla en nosotros el sentimiento de la perpetuidad del parentesco, ¿podrá acaso no ser también perpetuo e indisoluble el vínculo creado por el matrimonio?

¿Afirmaríamos que existe entre hermanos perpetuo é indisoluble parentesco, y negaríamos este carácter a la unión más fuerte aún y más íntima que constituye la sociedad conyugal? ¿Serian perpetuos nuestros vínculos de forzoso y natural cariño con un hermano, y no lo sería el que nos une con la madre de nuestros hijos? No: por más que digan lo contrario los legisladores humanos, por más que hagan del matrimonio una unión accidental y pasajera, leyes tan injustas e inicuas nunca podrán borrar de la frente de dos cónyuges el sello indeleble de la perpetuidad de su unión. 

Podrán estos últimos separarse, podrán contraer nuevos enlaces, pero siempre subsistirán los vínculos del primer matrimonio, su separación quizás habrá sido legítima si fue motivada, mas los nuevos enlaces que contrajeron no merecerán otro nombre que el de adulterios legales o barraganías.

La ley natural del parentesco tiene por carácter primero el sello de la perpetuidad y no hay poder en la tierra que pueda negarle este carácter. Dos hermanos, por distinta que sea su condición por más que el uno sea poderoso monarca y el otro pobre artesano, siempre serán hermanos, los dos habrán tenido un mismo origen, por las venas de uno y otro circulará la sangre de un mismo padre y de una misma madre, y los lazos que los unan serán eternos. Los vínculos del matrimonio son también vínculos de parentesco: y después de los que existen entre padres e hijos, bien podremos decir que son los vínculos de parentesco por excelencia; por tanto también deben ser necesariamente perpetuos e indisolubles. Y desde el momento en que dos seres humanos se consideraron como cónyuges, desde el momento que entre ellos existieron relaciones conyugales, encadenó su corazón una ley de amor cuyo sello indeleble ni aun la muerte siquiera será capaz de destruir.


(Tomado de "El matrimonio: su Ley Natural, su historia, su importancia social" de Joaquín Sánchez de Toca Calvo )