lunes, 5 de marzo de 2012

A algunos les conviene que Dios no exista


A algunos les conviene que Dios no exista, reflexiones sobre el llamado ateísmo práctico

Hace ya algunas semanas vengo leyendo y conversando con amigos acerca del ateísmo. Y de a poco van ya quedando en claro algunas cosas que quisiera compartir por este medio.

Es frecuente encontrar en los textos que se ocupan del ateísmo actual una división según la cual existirían dos grandes tipos de ateísmo, el teórico y el práctico. El ateísmo teórico sería el de aquellos que intentan argumentar y demostrar la inexistencia de Dios, ya sea con argumentos tomados de la filosofía, de la física, de la astrofísica, etc. estos tratan de realizar verdaderos discursos teóricos que con base en razones tomadas de las distintas ciencias prueben que Dios en realidad no existe. 


El ateísmo práctico sería el de quienes no se preocupan por encontrar razones para su ateísmo sino que más bien se dedican a vivir su vida “como si” Dios no existiera; son los que no asisten jamás a ninguna Iglesia, no se preocupan por la moral cristiana y se han construido su propio código de moral.

De estos dos tipos de ateísmo es más frecuente encontrarse con el segundo, el llamado ateísmo práctico. Por lo general se trata de personas en edad adulta que tuvieron alguna fe en su niñez pero que al llegar a la adolescencia, casi siempre por presión del ambiente, perdieron la fe (quizá nunca la tuvieron) y decidieron alejarse de toda práctica y de toda creencia religiosa; pero jamás se preocuparon por buscar algún tipo de fundamentación o justificación teórica para su actitud, sino que se limitaron a no tomar en cuenta para nada la idea de Dios. De hecho casi siempre se trata de personas que al ser cuestionadas sobre las razones de su ateísmo rehúsan responder, y se contentan con levantar los brazos en señal de desprecio por esas “cuestiones”.

No vamos a tratar aquí del ateísmo teórico. El internet se encuentra llena de páginas con excelentes contenidos y con buenas polémicas acerca de ese tema. Quisiéramos más bien ocuparnos aquí de los ateos prácticos, o mejor dicho de algunos de ellos, es decir, aquellos cuyo ateísmo es consecuencia de su estilo de vida amoral.

¿Puede un estilo de vida amoral producir en la persona como consecuencia el ateísmo? La respuesta es sí. Y podemos resumirlo de la siguiente manera: cuando una persona se acostumbra a vivir de espaldas a la moral, y durante años se dedica a seguir en todo solamente el impulso de sus caprichos subjetivos despreciando o no escuchando la voz de la conciencia que en cada momento le indica que eso que hace está mal, llega un momento en que esa voz de la conciencia pierde su fuerza y parece ya no escucharse; entonces ya no hay dique que contenga su comportamiento y en algunos casos se inicia una pendiente imparable de vicios que puede llevar a la persona a su destrucción incluso física.

Esto que acabamos de decir tiene grados. La voz de la conciencia en una persona puede ser fuerte, sobre todo cuando la persona está habituada a seguirla; en otros puede hallarse un poco débil cuando la persona decide en algunas ocasiones hacer lo opuesto a sus consejos. Y finalmente puede suceder que en las personas que han decidido no escucharla nunca, la voz de la conciencia se calle hasta casi apagarse del todo.

Precisamente en este último grupo se ubican muchos de los llamados ateos prácticos.

Pensemos en una persona habituada a escuchar sólo la voz de sus caprichos; que no le importa para nada la moral o que, según suelen decir, tienen su propia moral y no siguen la de nadie más (lo cual realmente significa que no siguen ninguna). Para estas personas la existencia de Dios y por tanto del orden moral que de ello se deriva es una continua condena de su estilo de vida. La forma en que han decidido vivir es tan opuesta a la moral (divorcio, concubinato, vicios, abortos, fornicaciones, robos, fraudes, etc.) que en verdad acaban NECESITANDO que sea verdad que Dios no existe. Y no es exagerado hablar aquí de una verdadera necesidad. 

Psicológicamente hablando las personas tendemos a buscar razones que justifiquen nuestras conductas, es una consecuencia de nuestra naturaleza racional, y cuando no las encontramos el camino más sencillo se llama negación; con ello no se soluciona el problema de fondo pero al menos se le resta importancia y hacemos posible continuar con nuestras vidas.

Quizá en el fondo del vacío propio de estas vidas se encuentre un silencioso deseo de Dios, que se convierte en una herida que jamás sana del todo; pero hay en esas personas como una especie de lucha entre el peso de la vida que eligieron y esa voz que jamás se apaga. 

Estas personas luchan toda su vida, o por lo menos todo el tiempo que permanecen en su infeliz estado, por convencerse de que Dios no existe o por lo menos por evitar la confrontación con tal pregunta.

Si nos fijamos ahora en la dificultad de convencer de su error a unos y otros, hay que decir que entre los ateos teóricos y los prácticos, estos últimos son también los más difíciles de persuadir, porque detrás de su posición no hay razones sino toda una vida de malas costumbres. Resulta, y esto lo digo por experiencia, casi siempre del todo inútil tratar de convencerlos con argumentaciones filosóficas o de cualquier otro tipo; y la razón es que ellos no atienden razones, su capacidad misma de razonar correctamente sobre estas cosas se encuentra gravemente debilitada y verdaderamente no logran VER con claridad. Su visión está obscurecida por su vida.

Por regla general a estas personas se les debe enfrentar primero con el vacío de sus vidas, tratar de hacerles ver que el camino que llevan es autodestructivo para ellos mismos y que les es urgente iniciar un cambio de vida, por razones médicas, psicológicas, sociales, laborales, personales, familiares, etc.

Una vez iniciado ese camino de retorno hacia una “normalidad” moral en su conducta, se van haciendo automáticamente más aptos para comprender temas más abstractos como los relacionados con la moral y la existencia misma de Dios. 

Conozco el caso de una persona que por años estuvo alejado de Dios. Durante todo ese tiempo vivió de espaldas a la moral y sólo Dios sabe cuántas cosas hizo y qué tan bajo llegó a caer en su degradación humana. Furioso enemigo de la religión, de los sacerdotes, de las imágenes, de todo lo que le oliera a espiritualidad. 
Se burlaba, insultaba y despreciaba cada vez que podía a los creyentes. Incluso pasó un par de veces por la cárcel por “delitos menores”, pequeños robos, pequeños pleitos.

Pues bien, en semejante estado hubiera sido del todo inútil que alguien se acercara a semejante personaje y le propusiera algo así como por ejemplo explicarle las 5 vías tomistas para probar la existencia de Dios. Lo único que hubiera obtenido probablemente hubiese sido una soberana carcajada o incluso una agresión física.

¡Pero vean ustedes los caminos de Dios! por consejo de un amigo se hizo voluntario de un hogar de enfermos terminales, y asistía los sábados en la tarde a repartir la comida entre los pacientes y a charlar con ellos un rato. Con el paso de los días incrementó la frecuencia de las visitas y llegó a asistir hasta 4 veces por semana. 

Comenzó a invertir buena parte de su sueldo en ayudas económicas al sitio aquél y se sentía “feliz de poder ayudar”. Luego de algunos meses y casi sin darse cuenta se había operado un completo cambio en él. Ya no frecuentaba sus antiguas amistades de vicio. Pasaba casi todo su tiempo libre en la institución, ya no sólo sirviendo la comida, sino también ayudando de mil formas diferentes como lavar los platos, hacer pequeños arreglos caseros, organizar paseos y fiestas para celebrar cumpleaños y cosas así. Aquél sitió lo había convertido en una mejor persona. Fue entonces cuando entabló amistad con un sacerdote que solía visitar el lugar para llevar la comunión a los enfermos. Se trataba de un santo sacerdote muy entrado en años, dueño de una conversación muy amable. De la mano de este sacerdote nuestro amigo regresó a la Iglesia. Y luego repetía casi con lágrimas en los ojos, ¿cómo es que no vi esto antes?

Y en verdad no lo veía, como dijimos arriba, el peso de una vida alejada de Dios nubla la vista y hace imposible comprender el abismo hacia el cual se dirigen nuestros pasos una vez decidimos oír sólo la voz de nuestro capricho.

De manera que cuando tengamos la oportunidad de encontrarnos frente a alguien que se autoproclame ateo, tratemos de comprender qué tipo de ateísmo tenemos en frente, si se trata de un ateísmo teórico que pretende alegar razones, o si se trata de un ateísmo más bien práctico consecuencia de un estilo de vida amoral.

(Pdta.: no todos los ateos prácticos son del tipo que acabamos de describir. Los hay que sin llevar una vida del todo amoral, por temperamento o por personalidad no se interesan por fundamentaciones teóricas de su postura.)


LEONARDO RODRÍGUEZ

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