martes, 28 de junio de 2011

UNA ACUSACIÓN PARADÓJICA - 2

UNA ACUSACIÓN PARADÓJICA
Decíamos al terminar la entrada anterior que existe un abismo entre el fascismo y el catolicismo. Esta afirmación quizá sorprenda a los que, estando mal informados, acostumbran establecer similitudes a la ligera pasando por alto las diferencias, que en este caso son verdaderamente de fondo.
Es cierto que tanto el fascismo como el catolicismo tienen una gran veneración por cosas como la familia, la tradición, la autoridad, etc. (Talvez sea esta la causa de que se haya presentado en algunos momentos cierta convivencia “pacífica” entre ambos); pero también es cierto que el fascismo tiene como núcleo doctrinal la filosofía del devenir y el voluntarismo; dos corrientes hermanas que son exactamente lo contrario del núcleo doctrinal del catolicismo el cual es una filosofía del Ser y realista. Veamos las diferencias.
Una filosofía del Ser y realista como la profesada por el catolicismo, concibe al mundo, al hombre, a Dios, como elementos de una realidad objetiva, independiente de nosotros mismos. Tenemos, eso sí, la capacidad y la necesidad de conocer esa realidad para vivir, pero en forma alguna somos sus creadores. Somos “creaturas” y al igual que todo lo existente somos obra de Dios.
De esto se desprende la urgencia de conocer la realidad para vivir conforme a ella. Para adecuarnos a ella y no el revés. Así se explica que muchas veces se haya repetido en el catolicismo la frase de que: “se debe vivir conforme a la razón”. Pues siendo la razón humana la facultad de conocer la realidad en su esencia intima, no significaba otra cosa que decir que debíamos vivir conforme a la realidad.
Por el contrario, la filosofía del devenir y el voluntarismo conciben una “realidad” que no es tal, pues carece de fundamento; el lema de tal filosofía es “todo fluye”, “todo cambia”, “no nos bañamos dos veces en el mismo rio”, etc. y es voluntarista pues al no existir una realidad estable que deba ser conocida para servirnos de guía, la razón pierde su lugar de honor y pasa a estar al servicio de la voluntad humana, del hacer, de la “praxis” . Es el triunfo del hombre que no encontrando frente a sí una realidad ante la cual doblegarse se levanta orgulloso y se erige en constructor de su propio mundo, en creador, en demiurgo.
Y es precisamente esta filosofía delirante la que se encuentra a la base de la concepción fascista de la realidad. El Estado es concebido, siguiendo los lineamientos hegelianos, como la realidad suprema en cuyo altar se deben sacrificar todos los intereses individuales. Es por ello que no existe en el fondo diferencia entre fascismo y comunismo, cosa que ha sido señalada por muchos autores en el pasado, pero que ignoran los que siguen pretendiendo ubicar maniqueamente a todos los mortales o del lado comunista o del lado fascista.

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