martes, 3 de mayo de 2011

RELATIVISMO ÉTICO


RELATIVISMO ÉTICO

Con esta entrada iniciamos la exposición de otra de las grandes consecuencias de lo que venimos llamando “triunfo del relativismo”. El mundo de la ética es el mundo en que es más fácil ver los estragos que ha causado el relativismo. Hemos pasado de creer en la existencia de unos ciertos valores y principios inmutables y válidos para todos los hombres en cualquier tiempo y lugar, a creer que no existe nada permanente, que todo cambia, que todo vale, que cualquier forma de comportamiento es aceptable y que ningún tipo de conducta debe ser condenada ni rechazada puesto que en verdad no existen normas universales que sirvan para decirnos que es lo bueno y que es lo malo.
Conductas que hace 50 años eran totalmente rechazadas por la sociedad, (y no sólo por un espíritu de conservatismo irracional y retrogrado, sino sobre todo por el íntimo convencimiento de que tales conductas iban totalmente en contra de la naturaleza humana) hoy en día se han convertido en algo absolutamente normal. La homosexualidad, el aborto, la eutanasia, la adopción de niños por parejas del mismo sexo, el divorcio, la pornografía, y un largo etcétera, son tan sólo un pequeño muestrario de lo que venimos diciendo. Y lo más graves es que estas conductas hoy no sólo son aceptadas, no sólo se pide “tolerancia” para ellas, sino que se exigen “derechos” y se les hace propaganda desde los medios de comunicación, desde la política, desde las universidades, etc.
¿Qué es lo que ha pasado? ¿Cómo hemos llegado a este estado de cosas? ¿Qué es lo que ha hecho posible esta nueva situación? La respuesta a estas preguntas es la misma: el triunfo del relativismo ético. Sólo en medio de una sociedad que ha perdido el rumbo moral, que ya no tiene por inviolables determinados preceptos, que ya no comprende que existen comportamientos contrarios a la naturaleza humana, que está convencida de que todo vale igual; sólo una sociedad así de caótica puede permitir que dentro de sí misma existan tales conductas.
Sabemos que estos temas son altamente polémicos. Sabemos que actualmente muchos piensan que la sociedad ha cambiado y que se debe “respetar”, “tolerar”, todo tipo de comportamiento, y que la ética depende de cada uno y que si a fulanito le parece bien lo que hace ¡pues que lo haga!
Sabemos que todo aquel que se atreve a tocar estos temas con espíritu crítico es inmediatamente atacado; se le dice “intolerante”, “fanático”, “fundamentalista”, “fascista”, etc. Es paradójico que en una sociedad que se jacta de estar abierta a todas las opiniones, de respetar todos los puntos de vista, exista sin embargo, una oposición radical a quienes piensen diferente a como piensa la mayoría. En verdad muchos han notado esta nueva “tiranía” del relativismo, y han señalado que es mucho más cerrada y cruel que cualquiera de las que han existido en la historia.
Hoy se tolera todo, excepto pensar diferente; reina una asfixiante uniformidad de pensamiento de masas. El televisor se ha encargado de uniformar las mentes, de decirles lo que deben creer, lo que deben pensar, la manera en que deben comportarse, todo. Y todo aquél que se atreva a ir en contra de este sistema relativista está condenado a ser tildado de mil maneras, con el objetivo de hacer que calle su voz, para no correr el peligro de que arrastre a otros detrás de sí y les enseñe a pensar. No hay peor enemigo de la actual tiranía relativista que el pensamiento.
Pero nada de esto nos hará retroceder en nuestro intento, nos anima un profundo amor a los hombres y a la verdad, así como la seguridad inconmovible de que aún quedan espíritus rectos que saben reconocer la realidad cuando la tienen delante.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

la intolerancia ha llevado a muchas masacres y crímenes en la historia

JC dijo...

es cierto que ha habido muchas guerras que se han iniciado por creencias. Pero no es razón suficiente para renunciar a usar nuestra inteligencia, es lo único que nos diferencia de los animales

Anónimo dijo...

siempre que alguien habla de moral lo que busca es condenar a los demas